lunes, 11 de abril de 2011

de osos e interculturalidad

Yo, como los osos, me he pasado estos meses hibernando cuanto menos del blog. No ha sido una decisión premeditada sino más bien algo que ha venido dado por los acontecimientos.

En cualquier caso, estar a mediados de abril y que todavía haya nieve en las calles es algo que ya pasa de castaño oscuro. Es como una gracieta que de tanto recurrir a ella se vuelve de mal gusto (como los del PP pidiendo constantemente elecciones anticipadas, pues lo mismo). Y eso que me había prometido no hablar de política porque pensaba "ok, vamos a a retomar el blog para que al menos la gente sepa que sigues vivo por estos lindes", pero es que hay cosas que salen sin querer.

La verdad es que el semestre está siendo más durillo de lo que me imaginaba. Estoy a la espera de varias resoluciones y eso, por mi manera de ser, me consume toda la energía que me queda después de las clases, que tampoco es que sea mucha. A veces me pregunto ¿cómo puede ser que 5 horas de trabajo agoten tanto? y me acuerdo de mis años mozos cuando empalmaba 8 horas de curro después de salir de fiesta toda noche (maticemos en este punto: sin ningún tipo de estupefaciente). Al principio lo achacaba a la edad que, no nos vamos a engañar, ahí está avanzando pertinaz y sin alternativa alguna. Pero luego me di cuenta de que, dependiendo del tema de conversación que llevaba a clase, el agotamiento podía variar. Y es que, aunque sea agotador, vale la pena tratar temas controvertidos y en los que toda la clase se sienta implicada, aunque eso conlleve una sobrecarga de trabajo para el profe, que tienes que gestionar las intervenciones, coordinar los turnos de palabra y, sobre todo, tener mucho cuidado con que nadie se sienta ofendido ni atacado ni cuestionado por lo que piensa.

Es fascinante descubrir todo el acervo cultural que conforma nuestra forma de ser y de pensar y, en consecuencia, de valorar los acontecimientos. Alguien muy sabio dijo (y sigue diciendo, especialmente ante una buena copa de vino) que somos más de un 70% cultura. No sé si el porcentaje es exacto, pero sí que está claro que una gran parte de nosotros es nuestra cultura. Y siendo esto así, es muy normal que cuando dos culturas se encuentran los roces sean inevitables. Ahí entran las estrategias sociales, la capacidad de empatía, de entender al otro,etc. Este ejercicio lo hacemos todos en mayor o menor medida en algún momento: cuando leemos noticias sobre otros países, cuando hablamos con algún amigo extranjero, cuando viajamos sobre todo,... Ahora bien, vivir en un país que no comparte tu cultura, supone una constante ejercitación de estas habilidades. Es un entrenamiento sin tregua. Justamente de ahí puede derivarse ese "cansancio añadido" del que hablaba más arriba.

Aunque bien mirado, también podría tratarse simplemente de un cambio de presión atmosférica; que todavía estoy por adivinar como influye porque, de momento, no me he enterado muy bien de cómo va el tema.

En fin, simplemente quería dejar constancia de que sigo aquí. Que me acuerdo mucho de todo el mundo (especialmente ahora que me imagino a la gente tomando el sol...)

Por cierto, he descubierto otra de esas joyas lingüísticas que me dejan alucinado: en ruso es imposible decir "yo venceré" tal cual. Es cuanto menos sorprendente y tiene un punto romántico total: no puedes decir "venceré" pero sí puedes decir "venceremos". Ahora resulta que la consigna maravillosa de la Bola de Cristal "Sólo no puedes, con amigos sí", va a tener un correlato eslavo mucho más antiguo y, por supuesto, mucho más profundo.

Saludos a tod@s y gracias por estar ahí.

jueves, 24 de febrero de 2011

de reyes y conejitos solares

Después de varios días inmerso en papeles y más papeles (suerte que tengo tres o cuatro clases preparadas para casos de emergencia) y de deambular por países escandinavos (a eso llegaremos más tarde), he encontrado por fin un huequecillo para actualizar el diario-testimonio.

Lo bueno de espaciar las actualizaciones es que tienes muchas más cosas que explicar y que, cuando lo coges, lo haces con ganas. Lo primero y más importante, antes de que se me olvide: esta tarde han llegado nuestras majestades los reyes (no, los magos no, el que nos salvó el 23 de Febrero del 81 y al que le debemos estar agradecidos por el resto de nuestra vida por salir en televisión y limitarse a hacer lo que tenía que hacer. Es como si a mí todo el Estado me adorara por levantarme por la mañana y ponerme los calzoncillos debajo de los pantalones..¿? Bien, pues este señor y su mujer esposa, la reina). Mañana inaguran una exposición del Prado en Ermitage. Con todo el dolor de mi alma he tenido que declinar la invitación a un evento de tal magnitud, pues justo a esa hora tengo clase y el trabajo es el trabajo, eso lo sabe bien nuestro campechano monarca.

El encuentro que no me perdí, y que sospecho tiene más miga que el evento de mañana, al menos para mí, fue el que organizo la nueva vecina del bloque: la lectora de búlgaro, Dimitrinka. Es una señora de unos 45 años, con un desparpajo y un arrojo admirables, además de tener un derroche de alegría contagioso. Nos llamó a Anna y a mí para ir a cenar la semana pasada y conocernos todos los lectores que compartimos escalera y, inexplicablemente, nunca habíamos pensado en juntarnos para nada. Aparecimos allí con la fiesta ya empezada y sus miembras (homenaje a Aído) muy achispadas a consecuencia de una guitarra y, por qué no decirlo, de una botella de vodka medio llena y otra de vino prácticamente vacía.

Dimitrinka había preparado 300 empanadillas (si no más) de carne, requesón, col, y no sé cuántas cosas más. Allí nos juntamos dos españolitos, dos polacas, una búlgara y una rusa. La verdad es que la velada fue cuanto menos entretenida. A mí no deja de sorprenderme la cantidad cultura que y conocmiento que manejan las personas del este de Europa. Por supuesto habrá que no, pero todos los que yo me he encontrado (y van unos cuantos)tienen un conocmiento de Europa occidental que, tengo la sensación, nosotros no tenemos de Europa del este. Eso me hace pensar en lo predispuestos que estamos, casi diría que genéticamente, a mirarnos el ombligo constantemente, a valorar e interpretar el mundo desde esta perspectiva etnocentrista que nos impide, un la mayoría de ocasiones, reconocer la verdad del otro y valorarlo. Si no tomas conciencia de la existencia del otro, difícilmente podrás juzgarlo, y aun así lo hacemos. Y lo hacemos constantemente. No sé, es algo para darle unas vueltas, o quizá no.

A parte de eso, este fin de semana por fin hice mi primer viaje más allá de la universidad y los cuatro cafés y restaurantes a los que suelo ir. Estuve en Helsinki, Turku, Porboo y Estocolmo con un viaje organizado ruso en autobús y barco. Sí, el reto era importante, pero la prueba está superada. La verdad es que los países escandinavos tienen algo que me engancha. Por supuesto no es los 29º bajo cero con los que hicimos la excursión guiada por la capital sueca (lo más cerca que he estado de la tortura en mis 28 años de vida), tampoco es la afición casi enfermiza que tienen los finlandeses a beber cerveza (los pasillos del barco eran intransitables por la cantidad de cajas de cerveza que subían a bordo los adolescentes fineses). Para mí el atractivo de estos países es complicado de explicar. Son lugares en los que se respira tranquilidad, como si un orden suprahumano reinara en todas partes. Hay una sensación de orden y organización muy apacible (otros esto lo calificarían de aburrimiento tedioso), a mí en cambio me cautiva.

Espero este fin de semana poder poner dos o tres fotos que creo resumen perfectamente este viaje relámpago de 3 días al norte.

Antes de acabar quiero compartir uno de mis últimos descubrimientos lingüísticos en la eterna lucha que mantengo con este idioma. Para empezar, he intentado encontrar un equivalente en español y, de momento, no he encontrado nada. Se trata de солнечный зайчик (sólnechni záychik), literalmente "conejito solar", que se traduce por el soso sustantivo español de "reflejo de sol". Como véis, poesía de lo cotidiano en estado puro.

Hasta otro rato de relax y reflexión.

sábado, 5 de febrero de 2011

de ciervos y miradas inquisitivas

Hoy hace justo una semana que llegué de nuevo a Piter. Esta vez me traje en la maleta un cansancio y un desgaste mental inimaginable, producido por la tensión de los últimos días antes de la lectura de la memoria de máster. Al final, gracias al cosmos, todo salió mucho mejor de lo que esperaba y, justo en este momento, cuando empiezas a ser consciente de que ya está, de que se ha acabado, en ese mismo instante comienzas a reconocer el agotamiento que ha estado ahí presente todo el tiempo, agazapado, ahogado por la tensión y los nervios frente a cualquier evento de envergadura.

Además de cansancio, me traje también un gripazo de tres pares de narices que, claro, no tenía pinta de mejorar en el destino que tenía. Es evidente que nadie espera recuperarse de un resfriado en Rusia; así como nadie iría a kosovo para someterse a un trasplante de riñón (lo de Thaci da para una saga más oscura que Larsson). Junto a la gripe arrastré hasta aquí la sorpresa de la velocidad a la que corre el tiempo. Me estoy empezando a acostumbrar a asumir, casi con sumisión, que siempre me vendré con cosas por hacer. Hay algo que inexorablemente se queda en el tintero. Esta vez la lista no es baladí: la visita a mi amiga Silvia, un café con mis primas (varias) y mis tías(también varias), despedirme decentemente de mis dos abuelas y, no menos importante, sacarme las muelas del juicio. En fin, como digo, nunca llegas a todo y parece que es este mi sino.

Vuelves, más o menos con las pilas cargadas, y te reencuentras con tu vida. Una vida de en un momento dado dejas congelada en el tiempo y, sorprendentemente, al volver, todo está como lo habías dejado, con la única objeción de que tú no eres el mismo. Ahora te encuentras en la tesitura de articular estas dos verdades. Y en esa empeño es cuando empiezas a preguntarte cosas tan trascendetales, y al mismo tiempo insustanticales, como por qué estás aquí, qué sentido tiene y si realmente es lo que quieres...

Después de una semana, re-aclimatándome a mi barrio, he llegado a la conclusión de que sí es esto lo que realmente quiero. Me apasiona mi trabajo y vivir esta experiencia. Por eso estoy aquí y por eso me gustaría exprimir al máximo lo que pueda ofrecerme este país. Comiendo con la simpática canalla, entre las muchas sentencias que bien podrían llegar a ser apotegmas, me quedo con una de las más profundas y, como suele ocurrir a menudo, sencillas: "ser feliz es tan básico como estar donde quieres estar y hacer lo que quieres hacer". Pues eso.

Y, por añadir razones de índole más liviano, Rusia es un país en el que siempre están pasando cosas, o al menos esas es la sensación que muchos tenemos de esta tierra. Esto, para una persona como yo bastante dado al ostracismo, hace que incluso pasando el día entero en casa leyendo, tengas material para escribir sobre algo. Sin ir más lejos, ayer mismo, leyendo en la cocina, miré por la ventana y apareció una buena mujer paseando un ciervo por el parque. ¿En qué momento de tu vida decides sacar a pasear un ciervo como si fuera un fox terrier? La gente suele encominar la libertad que respiran ciudades como Londres o Berlín, en las que puedes ponerte un cartón de leche de soja por sombrero y nadie te mirará raro. Algo de eso tiene también Piter, pues la señora iba tan ricamente por el parque y la gente como si nada. Al mismo tiempo, y en eso seguramente ya sí se diferencia de las capitales europeas, cuando vas a comprar al super y te oyen hablar, la oleada de miradas es prácticamente inevitable. Una ciudad de contrastes, quizá ahí reside parte de su encanto.

Esto es todo por hoy, la semana que viene empiezo por fin las clases y, con toda seguridad, habrá novedades que trasladar a este rinconcito de la red.

Hasta pronto.

jueves, 16 de diciembre de 2010

de retornos y revueltas

Ahora que, parece ser, he finalizado gran parte de los trabajos que me han mantenido apartado del blog durante casi tres meses, vuelvo a darle vidilla a este pequeño rincón de la red, para todos aquellos que todavía tengan curiosidad por las aventuras y desventuras que se viven en este punto del planeta.

No entraré ahora ha explicar todo lo que me ha pasado en este tiempo, pues tampoco ha sido tan interesante (estar semanas y semanas encerrado en casa trabajando no ofrece mucha posibilidades de riesgo). Pensaba reinaugurar el blog el día de mi cumpleaños pero, visto que la fecha se acerca y mis ganas de cumplir años menguan exponencialmente conforme pasan los días, no sé cómo estaré de ánimos el domingo. Así que he decidido abrir hoy el blog y lanzarme a escribir instigado por un impulso visceral que me ha producido ni más ni menos que Sánchez Dragó. Y como para poder entender las cosas es necesaria una explicación, ahí va para quien la quiera leer.

Por desgracia, la sensación de indignación al leer o escuchar la opinión de algunos personajes públicos como este buen hombre no es desconocida, más bien todo lo contrario: cada semana puedes encontrar 3 o 4 momentos de este tipo. Lo que normalmente ocurre, al menos a mí, es que lees el artículo, te indignas durante un determinado espacio de tiempo (proporcional al tamaño del desatino) y después se te pasa como buenamente puedes. Pero en esta ocasión la cosa ha ido a más, hasta el punto de llevarme a escribir esta pequeña reflexión que, sabiendo que no va a cambiar, al menos me sirve para desahogarme (y como este blog es mío y hago con él lo que me da la gana, pues eso). Y es que el reportaje sobre este hombre lo he ido leyendo por partes, pues lo cogía a ratos libres; de manera que tenía tiempo de ir digiriendo (más bien intentándolo) las cosas que iba leyendo.

Sus argumentos para justificar la estupidez que supone el sufragio universal, su opinión acerca de la inmigración, su admiración por la señora Palin y la señora Botella,… Todo esto se va acumulando en la boca del estómago y, por miedo a somatizarlo, optas por obviar o bien reaccionar. Hoy, como me ha pillado con tiempo, he decidido reaccionar.

Lo que me ha parecido más espectacular de todo han sido sus declaraciones fanfarronas respecto a sus escarceos sexuales con unas menores de unos 13 años en Japón. Si el acto ya es de por sí deplorable, no lo es menos el lenguaje que utiliza para explicarlo: "No hay nada como la piel tersa, los pechitos como capullos, el chochito rosáceo” o “las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba”. Además, según sus propias conclusiones, las chicas jovencitas se sienten atraídas por él porque es para ellas “un maestro, tengo más dinero, las amparo, las protejo, tengo más conversación de la que les puede dar un chiquito joven y encima las follo bien”.

Bien, después de leer esto, reflexioné un poco para intentar explicarme cómo hemos podido llegar a esto sin que nadie se tire de los pelos ni ponga el grito en el cielo. Me da la sensación de que el despotismo de estos personajes se alimenta del pudor y el decoro de la gente bien educada que, por un mal entendido sentido de la corrección, decide bien no prestar atención a declaraciones escandalosas con las que nos topamos a diario, bien no pasar de la indignación personal, sin escandalizarse públicamente por las barbaridades oídas. De modo que el ego del personajillo en cuestión va creciendo gradualmente, creyéndose la máxima de “quien calla otorga”, para desgracia de todos los seres humanos que le sufrimos.

Javier Marías agradecía en uno de sus artículos el empleo de este lenguaje soez y barriobajero ya que, según decía, así se retrataban y dejaban entrever con qué tipo de persona estábamos tratando. Personalmente, no creo que emplear un vocabulario zafio en un momento dado sea un índice de nuestras cualidades como interlocutores (no entro ahora en las ideas expresadas, que sí que nos dicen más de la persona; hablo de la forma). Más bien al contrario, pienso que un dominio óptimo de la lengua (bien materna bien extranjera) pasa por controlar todos los registros y saber utilizarlos en el momento adecuado y, sobre todo, sabiendo qué recursos se ajustan más a la intención que yo, como hablante, quiero proyectar. Por ejemplo: si algo me desagrada, puedo decir que “me da asco”, “me incomoda” o incluso que “me produce desazón”. Ahora bien, el juego de lo políticamente correcto hace que nos sintamos obligados muchas veces modular nuestro discurso hasta dejar de ser fieles a nuestro sentimiento último. Por ser políticamente correcto, cuando algo me de auténtico asco, diré que me incomoda. Pero entonces ¿cómo recibirá mi interlocutor ese enunciado? ¿Realmente le he dicho todo lo que le quería decir? (en términos algo más técnicos:hay una disonancia evidente entre el poder locutivo del enunciado y el poder ilocutivo).

Así que, amparándome en los estudios de pragmática y de análisis de la conversación, voy a intentar que mi discurso se adecúe a mi intención más íntima, para que sea un fiel reflejo de lo que pienso. Y, según lo expuesto anteriormente, esto no refleja una carencia de mi competencia lingüística sino más bien todo lo contrario (esto es manipulación de la realidad pura y dura pero ¿quién no lo hace?). Advierto a todos los menores que no deberían seguir leyendo:

Estoy hasta los mismísimos cojones de esta gentuza, gilipollas a más no poder, que encima van de seudo-intelectuales porque han leído a cuatro filósofos franceses del siglo XVIII y te los citan en cualquier discurso, venga o no a cuento. ¡Por el amor de dos! (sí, de dos, porque, visto lo visto, parece que es más grande que el de Dios) Con la de gente que muere de hambre en el mundo y que estos gusanos vivan tranquilamente es algo que me pone de los putos nervios (sí, no me enerva, no me saca de mis casillas, me pone de los putos nervios). Sólo espero que a toda esta gente le llegue algún momento de lucidez mental que les haga ser conscientes de todas las barbaridades que dicen y, entonces, por el sentimiento de vergüenza profunda que sentirán, empiecen a encoger cada vez más y más hasta desaparecer de la faz de la tierra y, por fin, nos permitan respirar a todos tranquilamente y nos ahorren subidas de azúcar o males mayores. Que, de otra cosa no, pero de desgracias vamos sobrados.

¡Qué a gusto se queda uno! Hasta pronto.

viernes, 24 de septiembre de 2010

de falsedades y albas

Normalmente tardo en actualizar el diario por cuestiones de tiempo. Tengo que aprender a gestionar mejor el tiempo en general: tanto mi tiempo de ocio, mi tiempo dedicado a mis estudios, incluso mi tiempo en el aula. Me he dado cuenta de que siempre me sobra bastante material del que he preparado para una sesión. Siempre me digo que lo aprovecharé para la siguiente clase pero claro, puesto que son clases de conversación, no le veo mucho sentido a retomar el hilo de la clase anterior para después seguir con algo completamente distinto. Este año, por suerte, tengo una base común a los cursos de máster y, gracias a eso puedo ir hilvanando las sesiones con coherencia y sin resultar un programa esquizofrénico.

A lo que iba, estaba preparando una unidad didáctica nueva, centrada en el debate sobre la legalización de las drogas, y decidí ilustrar las diferentes posturas a través de diferentes artículos de opinión. Para sintetizar las opiniones de los que estan a favor de la legalización (entre ellos Felipe González) buesqué en los artículos de opinión de El País, y para ejemplificar posturas contrarias primero me metí en elmundo.es y, no contento con eso, decidí probar con el ABC. ¡Qué grande es España! Buscando y buscando en el ABC choqué con un titular que, aunque no se ceñía a próposito, no pude dejar de consultar: "una guía subvencionada por Sanidad induce al uso de drogas". Ante tan alarmante noticia cliqué completamente alterado y estupefacto. El artículo en sí, como podéis comprobar, pone en evidencia que en ningún momento se incita al consumo de drogas; simplemente se informa de que hay personas que las consumen para practicar sexo. ¿Cómo se puede ser tan manipulador y tergiversar la realidad de esa manera? Publicar un titular de este tipo es tan fraudulento como afirmar que un estudio sociológico sobre los suicidios en España incitan a que la gente se tire de un puente o meta la cabeza en el horno...

En fin, que me alteró sobre manera la lectura del artículo y quería dejar constancia de ello. Volveré en breve, para explicar una aventura con un pescao... tal cual. Hasta ese momento, pongo la canción que se me ha enganchado y no hay manera de borrarla de mi cabeza. Tiene un rollo pegadizo difícil de explicar; hay algo que engancha...

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miércoles, 15 de septiembre de 2010

de aniversarios y reflexiones estériles

Ya que no pude actualizar en un día tan señalado para cualquier catalán como es el 11 de setiembre, intentaré enmendar la falta inmortalizando en este blog el aniversario de Medvedev que cumple la nada desdeñable cifra de 45 años. En realidad, y para no faltar al principio de verdad e imparcialidad en el que se basa este cuaderno, la gran celebración fue ayer, aunque todavía hoy podemos sufrir las consecuencias de la celebración, algo así como la resaca pos-aniversario.

Jamás pensé que dedicaría una entrada del blog a la política, por varias razones:
-la primera, porque cuando se pronuncia la combinación de palabras "hablar" y "política", por algún efecto mágico y sobrenatural, todos nos ponemos a la defensiva y, más que escuchar lo que está diciendo nuestro interlocutor (¿¡Qué más da si tiene algo interesante que decir!?), lo que hacemos es esperar nuestro turno para poder decir la nuestra, demostrar nuestro descontento y desahogarnos a gusto.
-y la segunda porque, aunque no entiendo y no comparto para nada la opinión de las personas que declaran con toda alegría que "yo paso de política, paso de leer el diario", esto podría hacer que alguien (espero que no) dejara de visitar este rinconcito de la red y me sentiría un poquito abandonado, cuanto menos virtualmente.

Pero porque creo que estar informado es una obligación y un derecho universal (¿cómo se puede vivir sin saber que hay 33 personas en Chile encerradas a casi un kilómetro de profundidad?) y porque me ha sorprendido sobre manera la forma con la que los medios tratan la política en este pais, he decidido plasmar lo que iba pensando al respecto ayer mientras volvía a casa después del trabajo.

Lo primero que me llamó la atención de este tema, recuerdo que fue la falta de medios de comunicación (televisión, radios, diarios,...) abiertamente en contra del gobierno y sus políticas. Es cierto que con el tiempo he ido descubriendo diarios algo críticos con las acciones del ejecutivo, aunque para mí, siempre con una respuesta muy templada. Y es que, veniendo de un país cálido y que ha dado tantas figuras emblemáticas de la crítica constructiva como Jiménez Losantos o César Vidal, yo me pregunto con impaciencia y, por qué no decirlo, cierto desasosiego, ¿dónde está el canal Intereconomía ruso? ¿Por qué no aparece una Isabel Durán de las estepas para amenizar las tertulias vespertinas de la radio?

Después del disguto me paré a reflexionar y sopesé a ver qué era lo que más convenía: si un estado de constante desgaste y machaque al personal (léase: España) o una especie de cuento de hadas Disney en el que nadie levanta una voz discrepante hacia el fobierno, bien por miedo o por conformismo (que no sé lo que da más miedo de los dos). Esto viene a cuento del tratamiento que hacían ayer por radio y prensa del aniversario del presidente de Rusia.

En la radio animaban a que la gente llamara y dejara mensajes de felicitación al presidente mientras que el diario dedicaban un reportaje titulado "По следам президента" (tras las huellas del presidente) en que se dibujaba la vida que había llevado Medvedev el tiempo que vivió en Piter. El reportaje en cuestión estaba aderezado con comentarios tan objetivos y constructivos como las declaraciones de su vecina, cuando él era niño "era un chiquillo muy educado, siempre me saludaba"... En fin, visto lo visto, decidí que, quizá, y como la mayoría de cosas en esta vida, lo ideal se encuentra en el punto medio.

No me gustó para nada ese "peloteo" descarado que se hacía al poder político pero, por otro lado, deseé que, al menos de vez en cuando, en España tuvieramos un día, un sólo día en el que no se demonizara al presidente del gobierno. Las mentiras, por más que las repitas, no se convierten en verdades. No creo en las votaciones generales que dan como resultado un 90% de los votos a favor de un candidato, pero tampoco creo en el ataque constante y destructivo hacia un gobierno que, al fin y al cabo, es el de todos.

Hasta aquí la super reflexión del día (en estas cosas pierdo el tiempo camino de vuelta a casa; sí, podría emplear ese tiempo en cosas más útiles, pero de vez en cuando va bien dejar volar la mente). Voy a escuchar un ratito la COPE que, ahora que lo pienso, hoy todavía no he ido al baño...

Para Fátim, vamos a ver, frases de ligoteo con obreros rusos... vamos con dos facilitas:
Помоги мне опустить эту коробку "Ayúdame a bajar esta caja"
Во сколько ты закончишь работать? "¿A qué hora acabas de trabajar?"

jueves, 9 de septiembre de 2010

de Raphael y osos polares

A pesar de que todavía es jueves, ya puedo decir que he pasado mi primera semana del curso. Este año tengo todas las clases condensadas entre el lunes y el martes; algo que me viene genial porque entre la memoria de máster, las clases de ruso y la preparación de las clases, tampoco es que tenga mucho tiempo para ocio y escarceos varios.

Me alegro de haber vuelto a coger el ritmo, no sé quién se inventó eso de que la rutina era un veneno. Supongo que la clave reside en si te gusta o no tu rutina. De todos modos con el tiempo he llegado a la conclusión de que una rutina rusa no tiene nada que ver con una rutina española. En este país tienes la extraña sensación de que siempre están pasando cosas. Lo he hablado con colegas y alumnos y, efectivamente, en esta ciudad nunca sabes qué puede ocurrir, además sabes que potencialmente todo es posible, especialmente (en esto no creo que se diferencie de otras ciudades grandes) si sales por la noche.

La idea de esta entrada, en principio, pensaba dedicarla a mi nuevo programa sobre adecuación pragmática y expresión oral que he diseñado (y sigo en ello) para los alumnos de segundo año de máster, un proyecto que me tiene entusiasmado pero que requiere una preparación y una dedicación que no me había imaginado, pero por hoy dejaré mis reflexiones pedagógicas a un lado porque creo que es mucho más interesante retratar lo poco que conozco de la noche peterburguesa (¡qué mal suena este adjetivo!). Y es que, tras una conspiración masónica entre diversos compañeros de trabajo, consiguieron sacarme de casa y, no contentos con eso, me instigaron a salir de fiesta. Realmente, y haciendo honor a la verdad, he de confesar que me lo pasé genial. Es imposible aburrirte cuando conoces en un bar a un fan ruso obsesionado con Raphael, tal cual. Yo no podía creérmelo. Estábamos tan tranquilos allí tomando un vodka (¡cómo no!) cuando, de repente, se nos acerca el enésimo ruso con cara de "qué-gracia-me-hacéis-por-no-hablar-ruso" y claras intenciones de entablar una conversación vacía. El buen hombre ya nos cayó bien por el simple de no confundirnos con italianos (todo el mundo se nos acercaba y nos confundían con italianos), pero lo que hizo que se ganara toda nuestra admiración fue cuando sacó su teléfono móbil y se puso a cantar por Raphael. Aquello ya era surrealista hasta decir basta: tener al ruso allí delante, que no hablaba nada de español, cantando "¡¡estoy aquí para quererte!!". Auténtica pasión era lo que sentía ese chaval por Raphael.

Lo cierto es que, una vez superas el complejo de "mono de feria" que te inunda cuando entras en local y te oyen hablar "no-ruso", la gente es muy agradable y se te acerccan con verdadero interés por saber de dónde vienes. Aunque muchas veces puede llegar a incomodarte. Recuerdo la semana pasada en el metro con Anna. Íbamos hablando de no recuerdo qué exactamente y, de repente, el hombre de delante, un señor de unos 50 años, nos llama la atención y nos pregunta se estamos hablando francés (casi...); tras dos paradas de metro intentando explicarle qué era el catalán, no se le ocurre otra cosa que ofrecernos cacahuetes como agradecimiento; a ver, la cosa no pretendía ser ofensiva pero claro, quedó un poco extraño todo el general.

Hoy hace un día especialmente caluroso, algo que agradezco profundamente después de la semantia gris que hemos tenido. Así que. cual oso que sale de su cueva después de hibernar, voy a escaparme al parque antes de que el sol se despida insesperadamente. Por cierto, acabo de descubrir que todos los osos polares son zurdos...

Con este dato absolutamente irrelevante y trivial me despido (¿Por qué retenemos información tan absurda en nuestro cerebro involuntariamente?)