En un primer momento pensé en describir alguno de los fenómenos que unánimamente se consideran "maravilla" del mundo (es probable que esa fuera la intención de mi profesora); pero amparándome en la definición que del término hace el DRAE:
"Maravilla: suceso o cosa extraoridinarios que causan admiración."
Decidí llevar mi redacción por otros derroteros. Es probable que no sea lo que mi profesora esperaba de mi trabajo, pero yo encontré la motivación en este punto y, por todos es sabido, que sin motivación incluso la tarea más vanal puede resultar insportable y extremadamente tediosa. Así que me he limitado a responderme a la pregunta "¿qué me causa admiración en este mundo?
Lo que más admiración me produce en esta vida es la capacidad de sentir de las personas. La capacidad de preocuparse por el otro, de cuidar del otro, de querer al otro, de compadecerse del otro, de apoyarle y ser su soporte. Eso me parece sorprendente. Nadie nos enseña a hacerlo y, sin embargo, todos somos capaces de hacerlo. Simplemente es necesaria una cosa: que ese "otro" despierte en ti algún tipo de sentimiento. Y este fenómeno no conoce límites temporales ni espaciales (las pirámides o las carataras tienen más probabilidades de pasar de moda que no la preocupación de una madre por sus hijos, por ejemplo).
Imaginemos una señora de unos sesenta años. Vuida desde hace ya algunos años y acostumbrada a vivir sola. Se ha adaptado a su vida en solitario y podríamos decir que disfruta de ella: sale y entra cuando quiere, va y viene sin tener que rendir cuentas a nadie y, además, tiene la suerte de que puede visitar a sus hijos y sus nietos siempre que quiera; sentir que no está sola, que alguien se preocupa por ella; pasar una buena tarde en familia con la certeza de que en su casa le espera la calma y la tranquilidad que tanto agradece y que, por qué no, se ha ganado a pulso. Pues una mujer de su edad en un país como España no lo ha tenido especialmente fácil en la vida.
Pues bien, esta abuelita de repente se redescubre atractiva, capaz de atraer la atención de los hombres, especialmente la de un vecino que hace algún tiempo la corteja a la manera que ya no se estila. El señor, un hombre elegante, educado y prudente le propone irse a vivir juntos, ciudarse mutuamente y disfrutar que, al fin de cuentas de eso se trata, hasta que el tiempo diga.
Al margen de la respuesta que la abuelita tenga pensada, si acepta o no la propuesta (vamos, si le da calabazas al pobre hombre o no), obviando esa parte, yo me quedo con el sentimiento de la abuelita. Rejuvenecer de repente, volver a sentir emociones y sensaciones ya olvidadas, verse en el espejo de un modo que hacía años no hacía...
¿Alguien puede decir que no es una maravilla del mundo volver a sentirse como un adolescente con sesenta y pico años?
Saludos.