domingo, 20 de diciembre de 2009

de años y brindis

Bueno bueno bueno, un año más viejo y, en princpio, más sabio (aunque eso está por verse todavía). Estas dos semanas son de auténtica locura, un ajetreo constante de notas, preparar exámenes, revisar anotaciones, partes de asistencia,... Y todo esto a una temperatura ambiente de -14º de media; una delicia vamos.

La suerte es que, como todo esto es una novedad para mí, lo que en un principio es el trabajo más aburrido y pesado del curso, se convierte en una retahíla de experiencias nuevas. Además, como me ha pillado el cumpleaños de por medio, la fase final se ha amenizado bastante.

Pero para amenizada, la fiesta de ayer. Como mi piso es tan grande como una caja de cerillas, la lectora de francés que es belga y habla español (esta historia la contaré otro día) ofreció su piso para organizar allí la velada. Un auténtico detalle por su parte. En el evento nos reunimos finalmente 8 personas; todo muy equitativo, pues acabamos siendo 4 extranjeros afincados en la ciudad y 4 rusos. Así que 50-50. La noche estuvo bastante equilibrada. Eso está genial porque tampoco me apetecía hacer una fiesta de "sólo españolitos". En este tipo de situaciones puedes caer en el error (desde mi punto de vista) de acabar creando una especie de gueto de españoles que sólo se relacionan entre ellos. Esto hace que pierdas un montón de posibilidades y un enriquecimiento brutal (odio este adjetivo como sinónimo de "enorme", pero es por no repetirme tanto). Total que claro, como la mitad de los invitados eran autóctonos, me tocó hacer un par de cosas " a la rusa":

La primera está relacionada con el menú de la cena. Para empezar el horario: empezamos a cenar a las 7 de la tarde. La verdad es que eso no me afectó especialmente porque como desde las 4 de la tarde ya es de noche, pues la verdad, a las 7 ya tienes la sensación de que tienes que irte a la cama. Luego el manú en sí: bocadillos a la rusa. Aquí los bocadillos no se tapan; quiero decir, que no se utilizan dos rebanadas de pan. Se trata de tostadas básicamente. Como siempre pasa en estos casos, sobró tanta comida que creo que, en el caso de que la ciudad sufriera un nuev bloqueo, nosotros tendríamos provisiones para, por lo menos, 4 años y medio.

La segunda nota rusa me tocó ponerla en el momento del brindis. Una cosa super solemne que, la verdad, entre amigos pues me parece bastante extravagante; pero bueno, ya que estábamos metidos en el ajo, pues ahí que me puse. Era para verme, con el corte que me dan a mí estas cosas, delante de todo el mundo (vale, 7 personas) y teniendo que hacer un brindis que, además, si no dura un mínimo de 10 minutos, te miran raro. En ese momento tienes que dar las gracias por todo: por haber venido a la fiesta, por haber traido un detalle, por haberme acogido tan bien en este país, por ser tan agradables y apoyarme en los momentos duros,...Bueno no sé, yo empecé a agradecer a todos por todo y cuando la cosa ya entró en un bucle sin sentido de agradecimientos, lo corté con un "ya está bien de tantas tonterías! a comer c***!" y creo que todo el mundo me lo agradeció.

La fiesta estuvo genial y me regalaron un montón de cosas super divertidas y otras muy prácticas: desde una mochila de montaña que tiene la pinta de costar una pasta (hasta el punto de hacerme sentir un poco culpable), hasta un Чевурашка que canta y que ya reposa en un cojín de la cama.

Mi profesora particular de ruso me preguntó en un momento de la noche que si ya sentía la Navidad y su ambiente. La verdad es que no. Puede que sea porque aquí no celebran estos días y van a ser unas fechas habituales y comunes, además como estoy tan hasta arriba de faena, tampoco tengo mucho tiempo de pensar en esas cosas. Al igual que la depresión por haber cumplido un año más, de momento, no hay síntomas de ella. Espero que no aborde de repente y sin darme cuenta.

Por el momento, tengo que seguir pasando notas y más notas y prepararme para el examen oral que tienen mañana mis alumnos de cuarto. Creo que va a ser una prueba interesante. Si tengo tiempo, la colgaré en el blog y comentaré los resultados de la misma.

Hasta aquí la primera entrada del blog con 27 añitos. Hoy dedicado a toda la gente que, a través del correo, el teléfono, los montajes fotográficos y de más, se han acordado de mi cumpleaños y han querido hacérmelo saber; a los que se han acordado y no han podido ponerse en contacto conmigo, también.

Hasta pronto.

sábado, 12 de diciembre de 2009

de sol y papilla


Ayer dijeron por la radio que ya llevamos un mes entero sin ver el sol; San Petersbugo lleva un mes sin disfrutar de un triste rayo de sol. Es curioso porque justamente el jueves por la noche soñé que hacía sol, simplemente eso: hacía sol. Era extraño que recordara ese sueño, puesto que no ocurría nada particular, únicamente había sol...Bueno voy a dejar este tema, creo que es lo único que realmente se puede hacer duro en cuanto al clima de este país.

Junto con la falta de horas de luz, que creo que es un "mal" que afecta a gran parte de la ciudadanía de este rincón del globo, hay una realidad de Piter que me enerva especialmente: las bodas. Juro que como vuelva a ver durante este fin de semana otra novia disfrazada de merengue color rosa pastel con uñas de fibra de vidrio del tamaño de un boli Bic, me lanzaré a su cuello cual lobo ante su presa. Es insoportable esta tradición absurda de ostentación que se hace de una boda. No digo que sea algo exclusivo de Rusia, en casa también me irritaba; pero es que aquí la cantidad de bodas que se pueden llegar a celebrar en un fin de semana es increíble. Además, al vivir en un lugar estratégico (justo delante de un parque inmenso), las probabilidades de encontrarte con la feliz pareja aumentan considerablemente.

Digo esto porque esta tarde he salido un momento a comprar enseres para la cocina y me he cruzado con nada menos que 3 bodas. Si contamos que de mi casa al supermercado habrá unos 500 metros... Creo que no hay nada que añadir.

Puesto que prometí una receta de cocina hace unos días, voy a compartir mi primera incursión seria en la cocina; sí, tiene delito que todavía no hubiera entrado en la cocina para preparar algo decente, pero entre el tiempo y la pereza que me dan estas cosas, el tiempo se me ha pasado sin darme cuenta.

La cosa es que desde hace unos días he descubierto una papilla buenísima que sirven en el comedor de la facultad. Fue toda una casualidad el descubrimiento porque es un plato que no aparece nunca en el menú del día. Es algo tan típico que todo el mundo da por hecho que lo tienen que tener y no hace falta especificarlo; así que lo pides directamente en la caja y listo. Yo, que otra cosa no pero observador soy un rato (muchas ocasiones no por curiosidad o sed de conocimiento sino por puro aburrimiento), había advertido desde hacía unas semanas que la gente comía cosas que no estaban en el menú. Así que un día le pregunté a la camarera y me ofreció probarla; ¿cómo negarse?

Se trata, como ya he dicho, de una papilla (каша) a la que le añaden trocitos de manzana. Total que me hice fan del postre-desayuno-merienda este. Hace dos días encontré en el supermercado los ingredientes necesarios para preparar el plato en cuestión.

El modo de preparación es de lo más simple que nos podamos echar a la cara: calientas leche, añades los copos de avena con los trocitos de manzana en una proporción de 2 por 1; lo dejas durante tres minutos a fuego lento y después 4 minutos más para que el plato "repose". Hasta aquí todo normal, el problema viene cuando pasamos de la teoría a la práctica.

A mí no me gusta nada la cocina y en cuanto veo en unas instrucciones de cocina cosas como "calentar a fuego lento" o "dejar reposar durante unos 10 minutos" o "cocinar hasta que coja color"...A mí estas instrucciones tan vagas me estresan. Yo necesito exactitud, como si fuera un laboratorio; no soy nada intuitivo con los fogones.

Sabiendo esta particularidad de mi carácter, aún así decidí comprar los ingredientes (la avena, la manzana, la leche y la miel) y me puse manos a la obra. Antes de enfundarme el mantel de vaca que me encontré en el piso, herencia de la anterior lectora; me apresuré a consultar en el diccionario todas las palabras del "modo de preparación". No presentaban una especial complicación pero, de todos modos, quería asegurarme al cien por cien de que lo había entendido todo correctamente. Ahora reconozco que debería haber considerado este incidente como un augurio de lo que podía pasar: introduje en el diccionario el verbo "томиться", que es supuestamente lo que hace la papilla durante 4 minutos después de haberla retirado del fuego. Esto es, según el diccionario "languldecer". Sí señores: la papilla debía languldecer durante 4 minutos...Esa misma cara se me quedó a mí también.

No sé si alguien conoce este verbo, yo no. Pero lo que sí puedo asegurar es que el significado del mismo no es "quemarse la cazuela en la que estás preparando la papilla" o "convertirse en una pasta espesa y compacta", cosa que ocurrió con la dichosa papilla. Todavía estoy calibrando los daños de la cocina porque claro, en un estado de nervios como en el que me encontraba empecé a frotar la cazuela con un estropajo que, habiendo costado 10 céntimos de euro, se quedó pegado a la olla; incrementando así la catástrofe final...

Puesto que los acontecimientos aquí narrados son demasiados recientes, no he tenido tiempo de reflexionar ni hacer una lectura constructiva de los hechos; así que os dejo con una imagen de lo que debería haber sido el resultado de mi experimento.

Seguiré intentando, pero otro día...

lunes, 7 de diciembre de 2009

de revelaciones y llaves

Nunca es alentador tener que levantarte a las 6 y media de la mañana para ir a trabajar, por mucho que te apasione tu trabajo. Hay cosas que, objetivamente, son una fatiga. Pues bien, si esto siempre es así, aún lo es más cuando te paras a pensar en que toda la gente que conoces en Barcelona está de puente. Así que con ese ánimo contrariado me he enfrentado a la jornada laboral de hoy; que me esperaba con los brazos abiertos y helados, exactamente a menos 4 grados.

Como no llovía el viaje ha sido bastante soportable; eso sí, al llegar a la facultad, me esperaba una sorpresa de esas que, como te pillen poco dispuesto, te pueden llegar a sacar de quicio. He llegado una hora antes de empezar la primera clase, o sea, a las 8 de la mañana estaba ya en la puerta de la cátedra. A esas horas instempestivas la cátedra está cerrada; así que tengo que ir a buscar a la señora de la limpieza, que siempre pulula por allí, y pedirle la llave, ya que justo a esa hora ella está limpiando las aulas de esa planta y tiene todo el juego de llaves de la misma.

Lo primero que llama la atención es que una mujer de unos 265 años (no exagero) tenga que seguir trabajando, aunque sabiendo la pensión que reciben aquí los pensionistas, no me extraá que opten por seguir trabajando...En fin, que la mujer milenaria esta mañana no estaba por ningún lugar; en su lugar había una mujer de unos 40 años haciendo las tareas de limpieza. Me he acercado a ella y le he pedido, por favor, la llave de la cátedra, yo con toda la educación que mis padres se han molestado en darme. La buena mujer, en una especie de arrebato colérico, ha empezado a gritarme, literalmente gritarme, que ella no tenía la llave y que no sabía de que llave le estaba hablando. Me he ido al lugar-mágico-en-el-que-tienen-todas-las-llaves-menos-la-mía y le he preguntado a una segunda señora; ésta, sin gritar, también venía a decirme lo mismo: que la llave la tenía la yaya y que había que encontrarla.

Visto el éxito me he subido de nuevo a mi planta (ya llevamos media hora dando vueltas por la facultad...)y he empezado a abrir todas las puertas que me iba encontrando, a ver si tras alguna se encontraba la abuelita. Justo entonces, cuando me encontraba en plena faena tipo "¿dónde está Wally?", me ha entrado un ataque de risa pensando en la situación: era bastante ridículo verme desde fuera: una persona desesperada por los pasillos abriendo puertas, una detrás de otra, buscando a la señora y susurrando "abuelita ¿está ahí?"; una señora que, por decirlo con delicadeza, no está en la flor de la vida y tiene sus facultades un poco mermadas...No sé, era como pensar "¡ Vamos a ver! que la señora no se ha podido ir corriendo!"

Total que he tenido que sentarme y esperar a que se me pasara el ataque tonto de risa, porque es que me he puesto a llorar un todo del cachondeo... Es flipante que el método para conseguir algo tan básico como abrir la puerta de tu lugar de trabajo, dependa de factores tan inestables como el itinerario que una señora de la limpieza centenaria decida hacer cada día.

En fin, que finalmente he conseuido la llave; pero esta experiencia de hoy me ha hecho pensar en lo que puede llegar a complicarse una situación aparentemente sencilla y cotidiana. No creo que vuelva a ser el mismo desde este momento. Al llegar a casa, subir las escaleras y plantarme ante la puerta, sacar la llave de la mochila y abrir la puerta; me ha parecido un acto mágico, algo maravilloso, expléndido por su sencillez: una llave, una puerta que se abre. Asé debería ser todo siempre: reducido a su mínima esencia para hacerlo más accesible y razonable.

Voy a darme una ducha y a flipar con el hecho de que abro un grifo y sale agua, lo que yo digo...pura magia. Una prueba irrefutable de que Dios (o la fuerza) existe.

Hasta pronto.

martes, 1 de diciembre de 2009

de invierno y escultores

Día internacional de la lucha contra el SIDA, entrada oficial del invierno en Rusia, inicio de la cuenta atrás de mi cumpleaños, todo esto encarna el primero de diciembre. De momento, y pese a que el pronóstico del tiempo para el resto de semana no es muy halagüeño, la ciudad nos está dando un respiro eso sí, pasado por agua. Llevamos exactamente 9 días sin ver el sol. Tenemos horas de claridad (seis, que tampoco es parar tirar cohetes) pero en ningún momento ha salido tímidamente el sol.

Contra todo pronóstico esto no está afectándome, o al menos yo no me doy cuenta y en realidad me estoy volviendo un ser arisco e intratable... ¿quién sabe?

Llevo todo el día de ayer y hoy dándole vueltas a un asunto interesantísimo. Ayer en clase, cuando empezaba la segunda hora, me encontré en la puerta del aula con un alumno. A la hora que empieza la clase era el único que estaba allí. Normalmente llegan todos cinco minutos tarde, más o menos; así que no le di importancia. La verdad es que pocas veces me han coincidido los once alumnos que están matriculados (de todos modos, yo llevo la lista de asustencias a raja tabla, ya se verá el día de la evaluación), en parte los entiendo, puesto que yo también sé lo que es ir a la universidad y no creo que tengan edad para que les vaya detrás. Ellos sabrán lo que les conviene. Total, que el pobre chico se le notaba apurado por ser el único que había llegado a la hora y, no sé muy bien por qué, empezó a darme una explicación larga y tendida sobre los motivos posibles por los que los alumnos no acudían en masa a mi clase, ahí va un pequeño resumen sobre el que después he reflexionado y sigo haciéndolo:

Para empezar ya me advirtió de que no faltaban sólo a mi clase, sino que era una cosa generalizada (eso me tranquilizo bastante) y me informó del sistema educativo y método al que están acostumbrados, a modo de ejemplo: en la clase de traducción, si llegan tarde, se les penaliza con un texto de más para traducir (y estamos hablando de textos que recogen leyes de la edad media). Está claro que mi forma de enseñar les resulta chocante, no están acostumbrados a ella. Así que le pregunté directamente si, habiendo reconocido que se trata de un choque, una vez superado ese choque, las clases les gustaban o no. Porque vamos, en el currículo de la universidad lo pone bien claro: conversación y español coloquial. Y a eso es a lo que me dedico y en esa dirección dirijo todos mis esfuerzos: que hablen, interactúen, argumenten, expongan su opinión, discrepen, negocien,...todo en español. Para conseguirlo necesito algo indispensable: su colaboración. No sé, recuerdo mis primeras clases de la carrera con profesores nativos; el simple hecho de escuchar discurso auténtico ya era un reclamo en sí mismo, ya se valoraba positivamente.

Todo esto me hace pensar en lo complicado que puede ser llegar a entenderse con otra cultura y otra realidad. Mis intenciones son claras: quiero que salgan con la sensación de que han aprendido algo y de que han aprovechado el tiempo. Pero estas intenciones pueden llegarles a los estudiantes de manera distorsionada o, directamente, no llegarles. ¿Quién es responsable de esto? (hablar de culpables tiene connataciones religiosas que no me van nada)creo que hay que repartir la responsabilidad a partes iguales. Me alegro de que, al menos este alumno, se haya dado cuenta de mis intenciones. Yo creo en los proyectos que llevo a clase, además intento programar de forma flexible, de modo que me permita adaptar la secuencia de actividades al ritmo que se día tenga la clase.

Ayer leí algo muy revelador al respecto de todo esto: los materiales por sí mismo sólo representan un apoyo, es el profesor el encargado de darles alma, vida y forma a éstos.

Me gusta esa comparación, aunque pueda parecer un poco osada, del profesor como un híbrido entre un actor y un escultor, un creador y un intérprete.

Voy a merendar y a ver qué hago con mi ruso. Últimamente no hago más que retener palabras de utilidad tan dudosa como "foca" o "arenque". No sé por qué pero este tipo de léxico se me queda enseguida, mientras todavía me tengo que parar a pensar como pedir un cepillo de dientes... En fin.

Hasta pronto.

PD: para la próxima entrada prometo alguna receta para quien quiera experimentar con la cocina rusa.