Día internacional de la lucha contra el SIDA, entrada oficial del invierno en Rusia, inicio de la cuenta atrás de mi cumpleaños, todo esto encarna el primero de diciembre. De momento, y pese a que el pronóstico del tiempo para el resto de semana no es muy halagüeño, la ciudad nos está dando un respiro eso sí, pasado por agua. Llevamos exactamente 9 días sin ver el sol. Tenemos horas de claridad (seis, que tampoco es parar tirar cohetes) pero en ningún momento ha salido tímidamente el sol.
Contra todo pronóstico esto no está afectándome, o al menos yo no me doy cuenta y en realidad me estoy volviendo un ser arisco e intratable... ¿quién sabe?
Llevo todo el día de ayer y hoy dándole vueltas a un asunto interesantísimo. Ayer en clase, cuando empezaba la segunda hora, me encontré en la puerta del aula con un alumno. A la hora que empieza la clase era el único que estaba allí. Normalmente llegan todos cinco minutos tarde, más o menos; así que no le di importancia. La verdad es que pocas veces me han coincidido los once alumnos que están matriculados (de todos modos, yo llevo la lista de asustencias a raja tabla, ya se verá el día de la evaluación), en parte los entiendo, puesto que yo también sé lo que es ir a la universidad y no creo que tengan edad para que les vaya detrás. Ellos sabrán lo que les conviene. Total, que el pobre chico se le notaba apurado por ser el único que había llegado a la hora y, no sé muy bien por qué, empezó a darme una explicación larga y tendida sobre los motivos posibles por los que los alumnos no acudían en masa a mi clase, ahí va un pequeño resumen sobre el que después he reflexionado y sigo haciéndolo:
Para empezar ya me advirtió de que no faltaban sólo a mi clase, sino que era una cosa generalizada (eso me tranquilizo bastante) y me informó del sistema educativo y método al que están acostumbrados, a modo de ejemplo: en la clase de traducción, si llegan tarde, se les penaliza con un texto de más para traducir (y estamos hablando de textos que recogen leyes de la edad media). Está claro que mi forma de enseñar les resulta chocante, no están acostumbrados a ella. Así que le pregunté directamente si, habiendo reconocido que se trata de un choque, una vez superado ese choque, las clases les gustaban o no. Porque vamos, en el currículo de la universidad lo pone bien claro: conversación y español coloquial. Y a eso es a lo que me dedico y en esa dirección dirijo todos mis esfuerzos: que hablen, interactúen, argumenten, expongan su opinión, discrepen, negocien,...todo en español. Para conseguirlo necesito algo indispensable: su colaboración. No sé, recuerdo mis primeras clases de la carrera con profesores nativos; el simple hecho de escuchar discurso auténtico ya era un reclamo en sí mismo, ya se valoraba positivamente.
Todo esto me hace pensar en lo complicado que puede ser llegar a entenderse con otra cultura y otra realidad. Mis intenciones son claras: quiero que salgan con la sensación de que han aprendido algo y de que han aprovechado el tiempo. Pero estas intenciones pueden llegarles a los estudiantes de manera distorsionada o, directamente, no llegarles. ¿Quién es responsable de esto? (hablar de culpables tiene connataciones religiosas que no me van nada)creo que hay que repartir la responsabilidad a partes iguales. Me alegro de que, al menos este alumno, se haya dado cuenta de mis intenciones. Yo creo en los proyectos que llevo a clase, además intento programar de forma flexible, de modo que me permita adaptar la secuencia de actividades al ritmo que se día tenga la clase.
Ayer leí algo muy revelador al respecto de todo esto: los materiales por sí mismo sólo representan un apoyo, es el profesor el encargado de darles alma, vida y forma a éstos.
Me gusta esa comparación, aunque pueda parecer un poco osada, del profesor como un híbrido entre un actor y un escultor, un creador y un intérprete.
Voy a merendar y a ver qué hago con mi ruso. Últimamente no hago más que retener palabras de utilidad tan dudosa como "foca" o "arenque". No sé por qué pero este tipo de léxico se me queda enseguida, mientras todavía me tengo que parar a pensar como pedir un cepillo de dientes... En fin.
Hasta pronto.
PD: para la próxima entrada prometo alguna receta para quien quiera experimentar con la cocina rusa.
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Ivaaaaan!
ResponderEliminarQue ya tengo interneeeeee!!! Te voy a llenar el blog de mensajes para que me sientas cerquita, bieeeeen!!! Me encantó escucharte, enano, y por aquí ya tenemos ganitas de verte la barba y estrujarte fuerte fuerte. Si miras el facebook de Carlos Montoro nos verás a todos por la fiesta que hicieron de la Illa. Un besazo, y estoy moviendo lo de fin de año. Pronto te informo. Un besazooooooooooooo!!!
Belén