domingo, 21 de febrero de 2010

de fríos y lechuzas

¡Cuántos días sin actualizar el blog! Cuando entras en la espiral del día a día y, por mucho que te empeñes, la sensación de no llegar a todo te atrapa, los días se suceden a velocidad de skeleton (ahora que estamos en plena celebración de los Juegos Olímpicos de invierno, viene al pelo la metonimia).

Pues eso, que si me despisto me pasa un mes entero y yo sin pasarme por mi cuaderno de bitácora. Aunque no se puede decir que esté de un humor estupendo, no quería dejar el momento de escribir unas líneas. No pretende ser esto una lista de justificaciones de por qué no he escrito antes pero, algunas lo parecen.

Ya estoy metido del todo en el nuevo ritmo de trabajo, digo nuevo porque empieza un nuevo semestre y, aunque los programas generales de las asignaturas son los mismos, hay que concebir cada semestre como un constructo independiente. Sí es cierto que, ahora me doy cuenta, me he desprendido de esa angustia existencial que tenía durante todo el primer semestre. Ahora esa angustia se ha trasladado a la memoria de máster y la elaboración de instrumentos para generar datos apropiados para mi investigación. Todo lo que se hace por primera vez tiene ese encanto: la mezcla indisoluble de incertidumbre y esperanza o confianza en que saldrá bien. En ese sentido, creo que el azar a jugado a mi favor al ponerme a trabajar alrededor de gente que sabe gestionar esa mezcla de sensaciones mucho mejor que yo o, como mínimo, de una manera más sana. Tanto mis compañeros de la cátedra, como mi jefa, mis colegas, todos ellos han pasado (o están pasando) por el mismo proceso y sus comentarios y consejos son de gran ayuda; sobre todo para tranquilizarme.

Así que en esas me encuentro: encerrado la mayor parte del tiempo en casa leyendo bibliografía especializada sobre Adquisición de Sengundas Lenguas. Eso sí, las veces que salgo todavía siguen sucediendo cosas dignas de recordar en este diario virtual.

Ayer mismo, sin ir más lejos, con la intención de darle una tregua al ordenador (y también a mi cabeza) pensé en ir al supermercado a reponer un poco la nevera. Craso error el no haber contemplado el factor tiempo dentro de la ecuación. A -25º hay que plantearse cualquier movimiento al aire libre un par de veces, como mínimo. Puedo asegurar que, de mi casa al super, no hay más de 10 minutos andando; pues bien, ayer fui incapaz de llegar al super. El frío que hacía era como navajas albaceteñas que se te clavaban en las sienes, produciendo un dolor incesante y progresivo. Jamás había tenido esa impresión, una sensación que te obliga a detenerte para asumir, reconocer y aceptar ese dolor; y, una vez asumido y calibrado, te permite valorar "ok, continuo o no". En mi caso, decidí no continuar, "mañana será otro día", y con esa huella de la derrota me volví a mi refugio de 45 metros cuadrados, a mirar por la ventana e indgnarme con no-sé-muy-bien-quién por este tiempo indómito. Espero que hoy, a -22º mi amigo el frío se porte mejor y me permita ir a comprar yogures (hay una oferta estupenda de los activia -¿se puede nombras marcas?- que acaba mañana).

Es una pena que no tenga una vena artística desarrollada (soy de los que cree que todos tenemos capacidades artísticas subyacentes, sólo hace falta saber estimularlas para despertarlas), porque, en tal caso, aprovecharía estos días para mirar por la ventana como cae la nieve delante del mar congelado y escribiría mis mejores canciones, o mis mejores poemas, o mis mejores...no sé...piezas para piano y violonchelo, yo que sé.

En fin, que aquí no se acaba la historia. El episodio divertido de la semana lo protagonicé, muy a mi pesar, yo mismo en el bar del instituto donde hago ruso. El miércoles pasado, a las 8 y media de la mañana, llegué al instituto y, como faltaba una media hora para empezar, me fui al bar a desayunar. He asumido que, en este país, esperar una sonrisa gratuita por parte de una camarera es un hecho insólito, aún más a según que horas de la mañana. Así que, cuando la camarera mostró interés por mantener una conversación cordial, me animé y me dije "venga, vamos a ver cómo nos desenvolvemos a estas horas de la mañana en ruso". La cosa empezó muy bien hasta que, evidentemente, tomó un derrotero inesperado. La mujer empezó muy cordial, que si cómo te llamas, de dónde eres, vienes con la otra chica de España, que si es mi mujer (hemos decidido, Anna y yo, que sí, somos marido y mujer, puesto que es mucho más sencillo explicar eso que no el concepto "hombre y mujer comparten piso cada uno en su habitación"). Todo muy normal hasta que empezó a preguntar por dónde trabajaba, cuánto ganaba, etc. Claro, aquí yo ya empecé a ponerme un poco nervioso; no creo que sea un tema adecuado para hablar con alguien que no conoces de NADA. Y claro, ya se sabe, con los nervios y el estrés, mi ruso se vio gravemente perjudicado y dió como resultado un diálogo como el que sigue (I-Iban, M-mujer):

I- Bueno, pues ganamos lo suficiente para vivir (con ganas de cerrar el tema ya)
M- Ah, entiendo... ¿Y dónde está tu mujer ahora?
I- No...Ella llega más tarde, le gusta dormir más que a mí.
M- Ja, ja, ja (risa sincera). Sí, a las mujeres nos gusta mucho dormir (esta teoría creo que se la sacó de la manga la buena mujer, no creo que haya ningún estudio que pueda corrobar dicha afirmación).
I- Bueno, como vosotros decís: "es una lechuza" (en ruso a alguien que le gusta mucho dormir se le llama lechuza "сова")
M-no no, yo soy musulmana.
I- ......Ehhh sí, bien...

Bien, como se puede comprobar, algo no encaja del todo bien en el intercambio comunicativo. Claro, yo me quedé a cuadros con esa respuesta. Cogí mi té y me senté a analizar lo ocurrido. Podría ser que mi pronunciación hubiera sido el origen del mal entendido; pero es que estamos hablando de una frase extremadamente sencilla...Después de mucho pensar decidí culpar al horario y que, tanto ella como yo, estabamos con la mitad de las neuronas dormidas todavía. Espero que este miércoles, en la segunda entrega, ya la cosa sea bastante más fluida. En el fondo, he de reconocer que me encantan estos malentendidos, puesto que te hacen reflexionar sobre el uso de la lengua y cómo vas adpatando tu competencia comunicativa a marchas forzadas...Todas estas cosas que un manual no tiene la capacidad de explicarte y, aunque la tuviera, nunca sería equiparable a vivirlo en primera persona.

Esta super entrada de hoy la dedico a toda la gente que la haya podido leer del tirón y, muy especialmente, a Belén, porque me alegro un montón por esta nueva andadura que está a punto de empezar y porque creo que existe un orden cósmico general que igual que nos quita nos da y que, al fin de cuentas, en la mayoría de los casos, un buen trabajo y la constancia quedan recompensadas. ¡FELICIDADES!

Hasta pronto.

jueves, 11 de febrero de 2010

de blinis y condones

En plena fase de procesamiento de toda la bibliografía relacionada con la memoria de máster, he encontrado un artículo realmente jugoso que me ha hecho ver mi proceso de adaptación desde otro punto de vista.

La idea de Schumann gira en torno a la "distancia social". Un término que vendría a desginar una situación en la que un individuo, miembro de un grupo social, entra en contacto con otro grupo social distinto (lo llamaremos Grupo cero) cuyos miembros hablan una lengua diferente. Dentro de esta situación y, en función de la relación que el individuo mantenga con la nueva comunidad, pueden darse tres procesos diferentes:
- asimilación: el individuo (o grupo minoritario) abandona su propio modo de vida y sus valores y adopta los del grupo cero (Go).
- aculturación: cuando éste adopta el estilo de vida y los valores del G0, pero manteniendo sus propios modelos culturales en las relaciones intragrupales (esto es, con miembros de su mismo grupo).
- preservación: cuando éste rechaza el estilo de vida y los valores del G0 e intenta mantener tanto como le es posible su cultura.

Bien, vista la teoría vamos a práctica de la misma. Yo me imagino estos tres procesos como partes de un mismo continuum. Algo así como una gradación, un "termómetro" que mide el grado de asimilación que puedes llegar a adquirir. Al aplicar este modela a mi caso particular, personalmente me veía más cerca de la fase aculturación tirando a preservación. No rechazo de pleno la cultura de acogida, de hecho me esfuerzo explícitamente por aprender a la perfección su lengua, pero al mismo tiempo: ceno a las 10 o las 11 de la noche, no sé (ni me apetece aprender) caminar por la nieve, no me he adaptado, para nada, a su gastronomía, etc.

Todos estos comportamientos son conscientes, es decir, yo sé y me hago responable de todos ellos. Si no como pelmenis todo el día es porque yo lo decido. Pero lo que no me había planteado es "¿Puede ser que hayan procesos de asimilación inconscientes que me están pasando desapercibidos?" o, lo que es lo mismo "¿me estoy volviendo más ruso de lo que yo pienso?".

La respuesta, después de meditar largo y tendido es que, efectivamente, me estoy rusificando subrepticiamente (me encanta este adverbio) y, a modo de ilustración, aquí tenéis un ejemplo:

El otro día pregunté en la cátedra si sería posible apuntarse a la piscina de la facultad para hacer algo de departe y, de paso, relajarme y desconectar un ratito. Mi jefa, con todo su empuje y su arte cubano adquirido me llevó ante el gran jefe de románicas para preguntarle sobre el asunto. Total, que ahí estaba yo delante del superjefe, con el que jamás he cruzado más palabras que "buenos días", preguntándole acerca de la piscina universitaria. El hombre me mira con condescendencia y me dice "yo de ti, no lo haría". Claro, después de algo así, la pregunta de rigor es ¿y por qué?... He aquí la respuesta: Hay riesgo de contraer enfermedades de tipo bacteriológico (menos mal que estos términos son comunes en la mayoría de lenguas) y, además, hasta hace poco flotaban condones por la piscina".

Ahora la pienso y me parece escandaloso, pero en aquel momento no me pareció tan exagerado. Con esto no quiero decir que entre los rusos sea costumbre nadar entre profilácticos, simplemente pongo de relieve que mi capacidad de asombro ha menguado considerablemente. "¿Que hay condones en el agua? Bueno, no es para tanto..." esta idea, el primer mes de mi llegada a Piter, hubiera sido impensable.

En fin, que me alegro de haber hecho este pequeño descubrimiento de mí mismo, porque esto demuestra que aunque a veces nos dé la sensación de que estamos estancandos, es muy probableme que, insconcientemente, estemos creciendo como personas y estemos aprendiendo; y es este tipo de aprendizaje el que no se olvida nunca, porque no ha pasado por una instrucción formal y lo hemos adquirido directamente dentro de nosotros.

Toma relfexión. Con esto y un bizcocho... bueno, con esto y un blini... ¡Otra vez!

Hasta pronto.

viernes, 5 de febrero de 2010

de errores y sushi

"viure es provar-ho infinites vegades". Esta cita, de la que desconozco a su autor, da la bienvenida los visitantes del paseo del río Besos. Durante el mes que estuve en Barcelona tropecé con gratas y no tan gratas sorpresas pero, justamente por lo que reza esta frase, me quedo con aquellas experiencias positivas, aprendiendo de los errores y "probándolo de nuevo" una vez más, hasta el infinito.

Este diario no nació con voluntad de hacer reflexionar a nadie (bastante tengo con reflexionar yo mismo...) pero creo que hay momentos para todo y, ahora mismo, estoy en uno de esos momentos en los que sientes que hay que pararse y tomarle el pulso a la situación; básicamente para coger aire y continuar el camino.

Ayer quedé con mi jefa en la universidad y por fin me dieron los nuevos horarios para este semestre, también he comenzado a contactar con mi director de memoria del máster. Agradezco que muestre tanto entusiasmo como yo por el proyecto, porque no parece algo sencillo de realizar. Como ya tengo el programa del curso hecho, inmediatamente me he puesto a trabajar y esta mañana, casi sin darme cuenta, he pasado 3 horas seguidas delante del ordenador preparando las clases. Me alegro de volver a coger el ritmo de clases y ver que no he perdido el resuello.

Espero, en esta nueva etapa, ser un poco más consciente de todo lo que está pasando a mi alrededor y no obcecarme desmedidamente con el trabajo; porque, al fin y al cabo, ¿ de qué se trata: de vivir para trabajar o de trabajar para vivir? A pesar de que ahora quieran que nos jubilemos a los 99 años más o menos, yo me quedo con la segunda opción. Así que me he propuesto relajarme un poco y disfrutar más de mi trabajo, mi tiempo de ocio (que espero poder tener) y de la gente que me rodea.

Esto implica un esfuerzo, porque para mí lo es, por reforzar las relaciones sociales en esta ciudad y, para empezar, esta noche me voy a cenar a un japonés con un ruso y una francesa. Aunque parezca el principio de un chiste, no lo es.

Lo que sí es chistoso y mucho es este corte que añado al final de este post. Aunque está en ruso creo que su humor trasciende las barreras de la lengua (sólo con ver los morros de las protagonistas ya te partes el pecho). Os presento a dos típicas nuevas rusas: Kristin y Angie. En este capítulo Kristin visita a su amiga Angie para explicarle un "terrible" secreto: ha oído que existen mujeres que preparan la comida con sus propias manos"... Angie para nada se sorprende y, puesto que aprecia enormemente a su amiga, decide enseñarle a preparar comida "con sus propias manos" porque ella también sabe cocinar... En fin, un espectáculo.

Hasta pronto.

¡Ah! dedico esta entrada a mi prima, para agradecerle la llamada sorpresa que me hizo justo antes de volver a Piter. :)