
Ayer dijeron por la radio que ya llevamos un mes entero sin ver el sol; San Petersbugo lleva un mes sin disfrutar de un triste rayo de sol. Es curioso porque justamente el jueves por la noche soñé que hacía sol, simplemente eso: hacía sol. Era extraño que recordara ese sueño, puesto que no ocurría nada particular, únicamente había sol...Bueno voy a dejar este tema, creo que es lo único que realmente se puede hacer duro en cuanto al clima de este país.
Junto con la falta de horas de luz, que creo que es un "mal" que afecta a gran parte de la ciudadanía de este rincón del globo, hay una realidad de Piter que me enerva especialmente: las bodas. Juro que como vuelva a ver durante este fin de semana otra novia disfrazada de merengue color rosa pastel con uñas de fibra de vidrio del tamaño de un boli Bic, me lanzaré a su cuello cual lobo ante su presa. Es insoportable esta tradición absurda de ostentación que se hace de una boda. No digo que sea algo exclusivo de Rusia, en casa también me irritaba; pero es que aquí la cantidad de bodas que se pueden llegar a celebrar en un fin de semana es increíble. Además, al vivir en un lugar estratégico (justo delante de un parque inmenso), las probabilidades de encontrarte con la feliz pareja aumentan considerablemente.
Digo esto porque esta tarde he salido un momento a comprar enseres para la cocina y me he cruzado con nada menos que 3 bodas. Si contamos que de mi casa al supermercado habrá unos 500 metros... Creo que no hay nada que añadir.
Puesto que prometí una receta de cocina hace unos días, voy a compartir mi primera incursión seria en la cocina; sí, tiene delito que todavía no hubiera entrado en la cocina para preparar algo decente, pero entre el tiempo y la pereza que me dan estas cosas, el tiempo se me ha pasado sin darme cuenta.
La cosa es que desde hace unos días he descubierto una papilla buenísima que sirven en el comedor de la facultad. Fue toda una casualidad el descubrimiento porque es un plato que no aparece nunca en el menú del día. Es algo tan típico que todo el mundo da por hecho que lo tienen que tener y no hace falta especificarlo; así que lo pides directamente en la caja y listo. Yo, que otra cosa no pero observador soy un rato (muchas ocasiones no por curiosidad o sed de conocimiento sino por puro aburrimiento), había advertido desde hacía unas semanas que la gente comía cosas que no estaban en el menú. Así que un día le pregunté a la camarera y me ofreció probarla; ¿cómo negarse?
Se trata, como ya he dicho, de una papilla (каша) a la que le añaden trocitos de manzana. Total que me hice fan del postre-desayuno-merienda este. Hace dos días encontré en el supermercado los ingredientes necesarios para preparar el plato en cuestión.
El modo de preparación es de lo más simple que nos podamos echar a la cara: calientas leche, añades los copos de avena con los trocitos de manzana en una proporción de 2 por 1; lo dejas durante tres minutos a fuego lento y después 4 minutos más para que el plato "repose". Hasta aquí todo normal, el problema viene cuando pasamos de la teoría a la práctica.
A mí no me gusta nada la cocina y en cuanto veo en unas instrucciones de cocina cosas como "calentar a fuego lento" o "dejar reposar durante unos 10 minutos" o "cocinar hasta que coja color"...A mí estas instrucciones tan vagas me estresan. Yo necesito exactitud, como si fuera un laboratorio; no soy nada intuitivo con los fogones.
Sabiendo esta particularidad de mi carácter, aún así decidí comprar los ingredientes (la avena, la manzana, la leche y la miel) y me puse manos a la obra. Antes de enfundarme el mantel de vaca que me encontré en el piso, herencia de la anterior lectora; me apresuré a consultar en el diccionario todas las palabras del "modo de preparación". No presentaban una especial complicación pero, de todos modos, quería asegurarme al cien por cien de que lo había entendido todo correctamente. Ahora reconozco que debería haber considerado este incidente como un augurio de lo que podía pasar: introduje en el diccionario el verbo "томиться", que es supuestamente lo que hace la papilla durante 4 minutos después de haberla retirado del fuego. Esto es, según el diccionario "languldecer". Sí señores: la papilla debía languldecer durante 4 minutos...Esa misma cara se me quedó a mí también.
No sé si alguien conoce este verbo, yo no. Pero lo que sí puedo asegurar es que el significado del mismo no es "quemarse la cazuela en la que estás preparando la papilla" o "convertirse en una pasta espesa y compacta", cosa que ocurrió con la dichosa papilla. Todavía estoy calibrando los daños de la cocina porque claro, en un estado de nervios como en el que me encontraba empecé a frotar la cazuela con un estropajo que, habiendo costado 10 céntimos de euro, se quedó pegado a la olla; incrementando así la catástrofe final...
Puesto que los acontecimientos aquí narrados son demasiados recientes, no he tenido tiempo de reflexionar ni hacer una lectura constructiva de los hechos; así que os dejo con una imagen de lo que debería haber sido el resultado de mi experimento.
Seguiré intentando, pero otro día...
jajajajaja
ResponderEliminar¡ánimos con la cocina, campeón! yo también soy un poco desatrillo, así que te comprendo.
muchos besitos
Joliiiiiin, cuéntanos máaaas!!!
ResponderEliminarA qué hora llegas el 30??? Muuuuuuuuas!!!
Belén :)
Iv felicidades!!! quedamos pa fin de año eh???
ResponderEliminarno se k regalarte esta vez como no sea un forro de oso polar....jejejjeje besitos y cuidate ¡tengo ganas de verte!! ah soy la ana k mi nombre no sale x aqui