jueves, 24 de febrero de 2011

de reyes y conejitos solares

Después de varios días inmerso en papeles y más papeles (suerte que tengo tres o cuatro clases preparadas para casos de emergencia) y de deambular por países escandinavos (a eso llegaremos más tarde), he encontrado por fin un huequecillo para actualizar el diario-testimonio.

Lo bueno de espaciar las actualizaciones es que tienes muchas más cosas que explicar y que, cuando lo coges, lo haces con ganas. Lo primero y más importante, antes de que se me olvide: esta tarde han llegado nuestras majestades los reyes (no, los magos no, el que nos salvó el 23 de Febrero del 81 y al que le debemos estar agradecidos por el resto de nuestra vida por salir en televisión y limitarse a hacer lo que tenía que hacer. Es como si a mí todo el Estado me adorara por levantarme por la mañana y ponerme los calzoncillos debajo de los pantalones..¿? Bien, pues este señor y su mujer esposa, la reina). Mañana inaguran una exposición del Prado en Ermitage. Con todo el dolor de mi alma he tenido que declinar la invitación a un evento de tal magnitud, pues justo a esa hora tengo clase y el trabajo es el trabajo, eso lo sabe bien nuestro campechano monarca.

El encuentro que no me perdí, y que sospecho tiene más miga que el evento de mañana, al menos para mí, fue el que organizo la nueva vecina del bloque: la lectora de búlgaro, Dimitrinka. Es una señora de unos 45 años, con un desparpajo y un arrojo admirables, además de tener un derroche de alegría contagioso. Nos llamó a Anna y a mí para ir a cenar la semana pasada y conocernos todos los lectores que compartimos escalera y, inexplicablemente, nunca habíamos pensado en juntarnos para nada. Aparecimos allí con la fiesta ya empezada y sus miembras (homenaje a Aído) muy achispadas a consecuencia de una guitarra y, por qué no decirlo, de una botella de vodka medio llena y otra de vino prácticamente vacía.

Dimitrinka había preparado 300 empanadillas (si no más) de carne, requesón, col, y no sé cuántas cosas más. Allí nos juntamos dos españolitos, dos polacas, una búlgara y una rusa. La verdad es que la velada fue cuanto menos entretenida. A mí no deja de sorprenderme la cantidad cultura que y conocmiento que manejan las personas del este de Europa. Por supuesto habrá que no, pero todos los que yo me he encontrado (y van unos cuantos)tienen un conocmiento de Europa occidental que, tengo la sensación, nosotros no tenemos de Europa del este. Eso me hace pensar en lo predispuestos que estamos, casi diría que genéticamente, a mirarnos el ombligo constantemente, a valorar e interpretar el mundo desde esta perspectiva etnocentrista que nos impide, un la mayoría de ocasiones, reconocer la verdad del otro y valorarlo. Si no tomas conciencia de la existencia del otro, difícilmente podrás juzgarlo, y aun así lo hacemos. Y lo hacemos constantemente. No sé, es algo para darle unas vueltas, o quizá no.

A parte de eso, este fin de semana por fin hice mi primer viaje más allá de la universidad y los cuatro cafés y restaurantes a los que suelo ir. Estuve en Helsinki, Turku, Porboo y Estocolmo con un viaje organizado ruso en autobús y barco. Sí, el reto era importante, pero la prueba está superada. La verdad es que los países escandinavos tienen algo que me engancha. Por supuesto no es los 29º bajo cero con los que hicimos la excursión guiada por la capital sueca (lo más cerca que he estado de la tortura en mis 28 años de vida), tampoco es la afición casi enfermiza que tienen los finlandeses a beber cerveza (los pasillos del barco eran intransitables por la cantidad de cajas de cerveza que subían a bordo los adolescentes fineses). Para mí el atractivo de estos países es complicado de explicar. Son lugares en los que se respira tranquilidad, como si un orden suprahumano reinara en todas partes. Hay una sensación de orden y organización muy apacible (otros esto lo calificarían de aburrimiento tedioso), a mí en cambio me cautiva.

Espero este fin de semana poder poner dos o tres fotos que creo resumen perfectamente este viaje relámpago de 3 días al norte.

Antes de acabar quiero compartir uno de mis últimos descubrimientos lingüísticos en la eterna lucha que mantengo con este idioma. Para empezar, he intentado encontrar un equivalente en español y, de momento, no he encontrado nada. Se trata de солнечный зайчик (sólnechni záychik), literalmente "conejito solar", que se traduce por el soso sustantivo español de "reflejo de sol". Como véis, poesía de lo cotidiano en estado puro.

Hasta otro rato de relax y reflexión.

1 comentario: