jueves, 9 de septiembre de 2010

de Raphael y osos polares

A pesar de que todavía es jueves, ya puedo decir que he pasado mi primera semana del curso. Este año tengo todas las clases condensadas entre el lunes y el martes; algo que me viene genial porque entre la memoria de máster, las clases de ruso y la preparación de las clases, tampoco es que tenga mucho tiempo para ocio y escarceos varios.

Me alegro de haber vuelto a coger el ritmo, no sé quién se inventó eso de que la rutina era un veneno. Supongo que la clave reside en si te gusta o no tu rutina. De todos modos con el tiempo he llegado a la conclusión de que una rutina rusa no tiene nada que ver con una rutina española. En este país tienes la extraña sensación de que siempre están pasando cosas. Lo he hablado con colegas y alumnos y, efectivamente, en esta ciudad nunca sabes qué puede ocurrir, además sabes que potencialmente todo es posible, especialmente (en esto no creo que se diferencie de otras ciudades grandes) si sales por la noche.

La idea de esta entrada, en principio, pensaba dedicarla a mi nuevo programa sobre adecuación pragmática y expresión oral que he diseñado (y sigo en ello) para los alumnos de segundo año de máster, un proyecto que me tiene entusiasmado pero que requiere una preparación y una dedicación que no me había imaginado, pero por hoy dejaré mis reflexiones pedagógicas a un lado porque creo que es mucho más interesante retratar lo poco que conozco de la noche peterburguesa (¡qué mal suena este adjetivo!). Y es que, tras una conspiración masónica entre diversos compañeros de trabajo, consiguieron sacarme de casa y, no contentos con eso, me instigaron a salir de fiesta. Realmente, y haciendo honor a la verdad, he de confesar que me lo pasé genial. Es imposible aburrirte cuando conoces en un bar a un fan ruso obsesionado con Raphael, tal cual. Yo no podía creérmelo. Estábamos tan tranquilos allí tomando un vodka (¡cómo no!) cuando, de repente, se nos acerca el enésimo ruso con cara de "qué-gracia-me-hacéis-por-no-hablar-ruso" y claras intenciones de entablar una conversación vacía. El buen hombre ya nos cayó bien por el simple de no confundirnos con italianos (todo el mundo se nos acercaba y nos confundían con italianos), pero lo que hizo que se ganara toda nuestra admiración fue cuando sacó su teléfono móbil y se puso a cantar por Raphael. Aquello ya era surrealista hasta decir basta: tener al ruso allí delante, que no hablaba nada de español, cantando "¡¡estoy aquí para quererte!!". Auténtica pasión era lo que sentía ese chaval por Raphael.

Lo cierto es que, una vez superas el complejo de "mono de feria" que te inunda cuando entras en local y te oyen hablar "no-ruso", la gente es muy agradable y se te acerccan con verdadero interés por saber de dónde vienes. Aunque muchas veces puede llegar a incomodarte. Recuerdo la semana pasada en el metro con Anna. Íbamos hablando de no recuerdo qué exactamente y, de repente, el hombre de delante, un señor de unos 50 años, nos llama la atención y nos pregunta se estamos hablando francés (casi...); tras dos paradas de metro intentando explicarle qué era el catalán, no se le ocurre otra cosa que ofrecernos cacahuetes como agradecimiento; a ver, la cosa no pretendía ser ofensiva pero claro, quedó un poco extraño todo el general.

Hoy hace un día especialmente caluroso, algo que agradezco profundamente después de la semantia gris que hemos tenido. Así que. cual oso que sale de su cueva después de hibernar, voy a escaparme al parque antes de que el sol se despida insesperadamente. Por cierto, acabo de descubrir que todos los osos polares son zurdos...

Con este dato absolutamente irrelevante y trivial me despido (¿Por qué retenemos información tan absurda en nuestro cerebro involuntariamente?)

1 comentario:

  1. lo de Raphael es muy fuerte y muy genial,
    me alegro que te animaras y vieras las aventuras que te depara la noche en San Petersburgo.
    Han vuelto los rusos que trabajan en la fnac haciendo chapucillas. Deberías enseñarme alguna frase para quedar bien con ellos, que mi repertorio se acabó hace tiempo.

    tío Vania, te echo de menos!!

    ResponderEliminar