domingo, 21 de febrero de 2010

de fríos y lechuzas

¡Cuántos días sin actualizar el blog! Cuando entras en la espiral del día a día y, por mucho que te empeñes, la sensación de no llegar a todo te atrapa, los días se suceden a velocidad de skeleton (ahora que estamos en plena celebración de los Juegos Olímpicos de invierno, viene al pelo la metonimia).

Pues eso, que si me despisto me pasa un mes entero y yo sin pasarme por mi cuaderno de bitácora. Aunque no se puede decir que esté de un humor estupendo, no quería dejar el momento de escribir unas líneas. No pretende ser esto una lista de justificaciones de por qué no he escrito antes pero, algunas lo parecen.

Ya estoy metido del todo en el nuevo ritmo de trabajo, digo nuevo porque empieza un nuevo semestre y, aunque los programas generales de las asignaturas son los mismos, hay que concebir cada semestre como un constructo independiente. Sí es cierto que, ahora me doy cuenta, me he desprendido de esa angustia existencial que tenía durante todo el primer semestre. Ahora esa angustia se ha trasladado a la memoria de máster y la elaboración de instrumentos para generar datos apropiados para mi investigación. Todo lo que se hace por primera vez tiene ese encanto: la mezcla indisoluble de incertidumbre y esperanza o confianza en que saldrá bien. En ese sentido, creo que el azar a jugado a mi favor al ponerme a trabajar alrededor de gente que sabe gestionar esa mezcla de sensaciones mucho mejor que yo o, como mínimo, de una manera más sana. Tanto mis compañeros de la cátedra, como mi jefa, mis colegas, todos ellos han pasado (o están pasando) por el mismo proceso y sus comentarios y consejos son de gran ayuda; sobre todo para tranquilizarme.

Así que en esas me encuentro: encerrado la mayor parte del tiempo en casa leyendo bibliografía especializada sobre Adquisición de Sengundas Lenguas. Eso sí, las veces que salgo todavía siguen sucediendo cosas dignas de recordar en este diario virtual.

Ayer mismo, sin ir más lejos, con la intención de darle una tregua al ordenador (y también a mi cabeza) pensé en ir al supermercado a reponer un poco la nevera. Craso error el no haber contemplado el factor tiempo dentro de la ecuación. A -25º hay que plantearse cualquier movimiento al aire libre un par de veces, como mínimo. Puedo asegurar que, de mi casa al super, no hay más de 10 minutos andando; pues bien, ayer fui incapaz de llegar al super. El frío que hacía era como navajas albaceteñas que se te clavaban en las sienes, produciendo un dolor incesante y progresivo. Jamás había tenido esa impresión, una sensación que te obliga a detenerte para asumir, reconocer y aceptar ese dolor; y, una vez asumido y calibrado, te permite valorar "ok, continuo o no". En mi caso, decidí no continuar, "mañana será otro día", y con esa huella de la derrota me volví a mi refugio de 45 metros cuadrados, a mirar por la ventana e indgnarme con no-sé-muy-bien-quién por este tiempo indómito. Espero que hoy, a -22º mi amigo el frío se porte mejor y me permita ir a comprar yogures (hay una oferta estupenda de los activia -¿se puede nombras marcas?- que acaba mañana).

Es una pena que no tenga una vena artística desarrollada (soy de los que cree que todos tenemos capacidades artísticas subyacentes, sólo hace falta saber estimularlas para despertarlas), porque, en tal caso, aprovecharía estos días para mirar por la ventana como cae la nieve delante del mar congelado y escribiría mis mejores canciones, o mis mejores poemas, o mis mejores...no sé...piezas para piano y violonchelo, yo que sé.

En fin, que aquí no se acaba la historia. El episodio divertido de la semana lo protagonicé, muy a mi pesar, yo mismo en el bar del instituto donde hago ruso. El miércoles pasado, a las 8 y media de la mañana, llegué al instituto y, como faltaba una media hora para empezar, me fui al bar a desayunar. He asumido que, en este país, esperar una sonrisa gratuita por parte de una camarera es un hecho insólito, aún más a según que horas de la mañana. Así que, cuando la camarera mostró interés por mantener una conversación cordial, me animé y me dije "venga, vamos a ver cómo nos desenvolvemos a estas horas de la mañana en ruso". La cosa empezó muy bien hasta que, evidentemente, tomó un derrotero inesperado. La mujer empezó muy cordial, que si cómo te llamas, de dónde eres, vienes con la otra chica de España, que si es mi mujer (hemos decidido, Anna y yo, que sí, somos marido y mujer, puesto que es mucho más sencillo explicar eso que no el concepto "hombre y mujer comparten piso cada uno en su habitación"). Todo muy normal hasta que empezó a preguntar por dónde trabajaba, cuánto ganaba, etc. Claro, aquí yo ya empecé a ponerme un poco nervioso; no creo que sea un tema adecuado para hablar con alguien que no conoces de NADA. Y claro, ya se sabe, con los nervios y el estrés, mi ruso se vio gravemente perjudicado y dió como resultado un diálogo como el que sigue (I-Iban, M-mujer):

I- Bueno, pues ganamos lo suficiente para vivir (con ganas de cerrar el tema ya)
M- Ah, entiendo... ¿Y dónde está tu mujer ahora?
I- No...Ella llega más tarde, le gusta dormir más que a mí.
M- Ja, ja, ja (risa sincera). Sí, a las mujeres nos gusta mucho dormir (esta teoría creo que se la sacó de la manga la buena mujer, no creo que haya ningún estudio que pueda corrobar dicha afirmación).
I- Bueno, como vosotros decís: "es una lechuza" (en ruso a alguien que le gusta mucho dormir se le llama lechuza "сова")
M-no no, yo soy musulmana.
I- ......Ehhh sí, bien...

Bien, como se puede comprobar, algo no encaja del todo bien en el intercambio comunicativo. Claro, yo me quedé a cuadros con esa respuesta. Cogí mi té y me senté a analizar lo ocurrido. Podría ser que mi pronunciación hubiera sido el origen del mal entendido; pero es que estamos hablando de una frase extremadamente sencilla...Después de mucho pensar decidí culpar al horario y que, tanto ella como yo, estabamos con la mitad de las neuronas dormidas todavía. Espero que este miércoles, en la segunda entrega, ya la cosa sea bastante más fluida. En el fondo, he de reconocer que me encantan estos malentendidos, puesto que te hacen reflexionar sobre el uso de la lengua y cómo vas adpatando tu competencia comunicativa a marchas forzadas...Todas estas cosas que un manual no tiene la capacidad de explicarte y, aunque la tuviera, nunca sería equiparable a vivirlo en primera persona.

Esta super entrada de hoy la dedico a toda la gente que la haya podido leer del tirón y, muy especialmente, a Belén, porque me alegro un montón por esta nueva andadura que está a punto de empezar y porque creo que existe un orden cósmico general que igual que nos quita nos da y que, al fin de cuentas, en la mayoría de los casos, un buen trabajo y la constancia quedan recompensadas. ¡FELICIDADES!

Hasta pronto.

jueves, 11 de febrero de 2010

de blinis y condones

En plena fase de procesamiento de toda la bibliografía relacionada con la memoria de máster, he encontrado un artículo realmente jugoso que me ha hecho ver mi proceso de adaptación desde otro punto de vista.

La idea de Schumann gira en torno a la "distancia social". Un término que vendría a desginar una situación en la que un individuo, miembro de un grupo social, entra en contacto con otro grupo social distinto (lo llamaremos Grupo cero) cuyos miembros hablan una lengua diferente. Dentro de esta situación y, en función de la relación que el individuo mantenga con la nueva comunidad, pueden darse tres procesos diferentes:
- asimilación: el individuo (o grupo minoritario) abandona su propio modo de vida y sus valores y adopta los del grupo cero (Go).
- aculturación: cuando éste adopta el estilo de vida y los valores del G0, pero manteniendo sus propios modelos culturales en las relaciones intragrupales (esto es, con miembros de su mismo grupo).
- preservación: cuando éste rechaza el estilo de vida y los valores del G0 e intenta mantener tanto como le es posible su cultura.

Bien, vista la teoría vamos a práctica de la misma. Yo me imagino estos tres procesos como partes de un mismo continuum. Algo así como una gradación, un "termómetro" que mide el grado de asimilación que puedes llegar a adquirir. Al aplicar este modela a mi caso particular, personalmente me veía más cerca de la fase aculturación tirando a preservación. No rechazo de pleno la cultura de acogida, de hecho me esfuerzo explícitamente por aprender a la perfección su lengua, pero al mismo tiempo: ceno a las 10 o las 11 de la noche, no sé (ni me apetece aprender) caminar por la nieve, no me he adaptado, para nada, a su gastronomía, etc.

Todos estos comportamientos son conscientes, es decir, yo sé y me hago responable de todos ellos. Si no como pelmenis todo el día es porque yo lo decido. Pero lo que no me había planteado es "¿Puede ser que hayan procesos de asimilación inconscientes que me están pasando desapercibidos?" o, lo que es lo mismo "¿me estoy volviendo más ruso de lo que yo pienso?".

La respuesta, después de meditar largo y tendido es que, efectivamente, me estoy rusificando subrepticiamente (me encanta este adverbio) y, a modo de ilustración, aquí tenéis un ejemplo:

El otro día pregunté en la cátedra si sería posible apuntarse a la piscina de la facultad para hacer algo de departe y, de paso, relajarme y desconectar un ratito. Mi jefa, con todo su empuje y su arte cubano adquirido me llevó ante el gran jefe de románicas para preguntarle sobre el asunto. Total, que ahí estaba yo delante del superjefe, con el que jamás he cruzado más palabras que "buenos días", preguntándole acerca de la piscina universitaria. El hombre me mira con condescendencia y me dice "yo de ti, no lo haría". Claro, después de algo así, la pregunta de rigor es ¿y por qué?... He aquí la respuesta: Hay riesgo de contraer enfermedades de tipo bacteriológico (menos mal que estos términos son comunes en la mayoría de lenguas) y, además, hasta hace poco flotaban condones por la piscina".

Ahora la pienso y me parece escandaloso, pero en aquel momento no me pareció tan exagerado. Con esto no quiero decir que entre los rusos sea costumbre nadar entre profilácticos, simplemente pongo de relieve que mi capacidad de asombro ha menguado considerablemente. "¿Que hay condones en el agua? Bueno, no es para tanto..." esta idea, el primer mes de mi llegada a Piter, hubiera sido impensable.

En fin, que me alegro de haber hecho este pequeño descubrimiento de mí mismo, porque esto demuestra que aunque a veces nos dé la sensación de que estamos estancandos, es muy probableme que, insconcientemente, estemos creciendo como personas y estemos aprendiendo; y es este tipo de aprendizaje el que no se olvida nunca, porque no ha pasado por una instrucción formal y lo hemos adquirido directamente dentro de nosotros.

Toma relfexión. Con esto y un bizcocho... bueno, con esto y un blini... ¡Otra vez!

Hasta pronto.

viernes, 5 de febrero de 2010

de errores y sushi

"viure es provar-ho infinites vegades". Esta cita, de la que desconozco a su autor, da la bienvenida los visitantes del paseo del río Besos. Durante el mes que estuve en Barcelona tropecé con gratas y no tan gratas sorpresas pero, justamente por lo que reza esta frase, me quedo con aquellas experiencias positivas, aprendiendo de los errores y "probándolo de nuevo" una vez más, hasta el infinito.

Este diario no nació con voluntad de hacer reflexionar a nadie (bastante tengo con reflexionar yo mismo...) pero creo que hay momentos para todo y, ahora mismo, estoy en uno de esos momentos en los que sientes que hay que pararse y tomarle el pulso a la situación; básicamente para coger aire y continuar el camino.

Ayer quedé con mi jefa en la universidad y por fin me dieron los nuevos horarios para este semestre, también he comenzado a contactar con mi director de memoria del máster. Agradezco que muestre tanto entusiasmo como yo por el proyecto, porque no parece algo sencillo de realizar. Como ya tengo el programa del curso hecho, inmediatamente me he puesto a trabajar y esta mañana, casi sin darme cuenta, he pasado 3 horas seguidas delante del ordenador preparando las clases. Me alegro de volver a coger el ritmo de clases y ver que no he perdido el resuello.

Espero, en esta nueva etapa, ser un poco más consciente de todo lo que está pasando a mi alrededor y no obcecarme desmedidamente con el trabajo; porque, al fin y al cabo, ¿ de qué se trata: de vivir para trabajar o de trabajar para vivir? A pesar de que ahora quieran que nos jubilemos a los 99 años más o menos, yo me quedo con la segunda opción. Así que me he propuesto relajarme un poco y disfrutar más de mi trabajo, mi tiempo de ocio (que espero poder tener) y de la gente que me rodea.

Esto implica un esfuerzo, porque para mí lo es, por reforzar las relaciones sociales en esta ciudad y, para empezar, esta noche me voy a cenar a un japonés con un ruso y una francesa. Aunque parezca el principio de un chiste, no lo es.

Lo que sí es chistoso y mucho es este corte que añado al final de este post. Aunque está en ruso creo que su humor trasciende las barreras de la lengua (sólo con ver los morros de las protagonistas ya te partes el pecho). Os presento a dos típicas nuevas rusas: Kristin y Angie. En este capítulo Kristin visita a su amiga Angie para explicarle un "terrible" secreto: ha oído que existen mujeres que preparan la comida con sus propias manos"... Angie para nada se sorprende y, puesto que aprecia enormemente a su amiga, decide enseñarle a preparar comida "con sus propias manos" porque ella también sabe cocinar... En fin, un espectáculo.

Hasta pronto.

¡Ah! dedico esta entrada a mi prima, para agradecerle la llamada sorpresa que me hizo justo antes de volver a Piter. :)






jueves, 28 de enero de 2010

de regresos

Tras un parón de algo más de un mes, vuelvo a la carga en una ciudad el doble de fría que hace 30 días. Después de un viaje de vuelta no libre de contratiempos este es el tercer día desde mi vuelta y todavía estoy re-habituándome a la rutina de aquí y habituándome a las novedades, que no son pocas:

Para empezar, como ya he hecho dicho, el frío se ha multiplicado por dos y eso se nota. Es increíble cómo el dolor del frío en la cara te hace olvidar cualquier problema que te ronde por la cabeza en ese momento. Realmente creo que en la calle todos compartimos un pensamiento único "¿ me daré cuenta de que se me ha congelado la nariz en el momento que eso ocurra?" Es algo que me preocupa. El martes tuve que ir a la facultad a arreglar los papeles (de este modo este país se asegura de que no olvides nunca que eres extranjero; si no, no entiendo a qué viene tanto papeleo) y decidí ir andando hasta el metro. Hacía un sol espléndido (como ayer y hoy mismo, algo que es de agradecer) y vi que los 20 grados bajo cero se soportaban con relativa facilidad: craso error. No conté con un detalle importante: las gafas.

Sometido a estas temperaturas, las partes de tu cuerpo que van tapadas no sufren las inclemencias del tiempo. Pero la gente que llevamos gafas sufrimos un handicap a tener en cuenta: cuando las susodichas se congelan empieza un dolor intenso, como si te clavaran alfileres entre los ojos y detrás de las orejas (donde se apoyan las patillas de las gafas). Otra de las novatadas que como guiri supongo que hay que pasar. Además está el tema de la congelación de las fosas nasales. No exagero al decir que a los 3 segundos de estar en la calle ya notas como los pelos de la nariz se han helado; esto supone que, en cuanto entras a un sitio cerrado, empieza el irreversible proceso de descongelación y empieza a gotear la nariz; la imagen es poco agradecida porque parece que te caen las velas, así que hay qir siempre con un pañuelo a mano. Ahora me acuerdo de ese acto tan de madre de "coge kleenex por si acaso", que yo siempre pensaba "¿por si acaso qué?" He tenido que descubrirlo en Rusia, aquí esa recomendación maternal adquiere un pleno sentido.

Ayer se celebró el día de la liberación del bloqueo de la ciudad por los nazis. Un acontecimiento histórico único que te recuerdan constantemente en todas partes, y cuando digo "en todas partes", quiero decir "en todas partes". En el metro, en la calle, en los bares, en el súper... Recuerdan a las víctimas que se cobró el bloqueo en los 900 días que duró. Realmente es un hecho histórico del que poco se habla en España y que, viendo la dimensión que alcanza en Piter, deberíamos saber algo más. Y podremos argüir seguidamente "pero ¿acaso el Rusia se sabe algo sobre, por ejemplo, la guerra civil?" pues sí, y por eso mismo ayer sentí una suerte de vergüenza por no estar más al día con un tema como este.

Fuimos a ver una exposición de herramientas y utensilios de los años del bloqueo y después comimos con un amigo ruso, conocido en la ciudad por dos hechos bien distintos: introducir la marca chupa-chups en Rusia, y ser el intérprete de Isabel Pantoja en una visitia que hizo a la ciudad. Aparte de estos pasajes anecdóticos, Паша (Pasha) nos regaló una charla de casi cuatro horas sobre la división azul. En su tiempo libre, como afición, se dedica a recoger testimonios de personas que convivieron con los españoles de la división azul que fueron a San Petersburgo. Realmente una sobremesa muy interesante.

En otro orden de cosas, entre hoy y mañana espero ponerme al día con todo, organizarme en cuanto a trabajo, estudios y limpieza del hogar se refiere y buscar, con urgencia, una piscina cercana a casa para poder nadar de vez en cuando y desconectar. Todavía no he empezado las clases y ya tengo la cabeza dándome vueltas sobre la programación del curso, objetivos, selección y organización del material, etc.

En fin, el día a día se impone y, en el fondo, tenía ganas de que llegara, aunque el mes que he pasado en casa no lo cambio por nada. He visto a todo el mundo que quería ver, a algunos no he podido verlos pero queda pendiente para la próxima.

Hasta pronto.

domingo, 20 de diciembre de 2009

de años y brindis

Bueno bueno bueno, un año más viejo y, en princpio, más sabio (aunque eso está por verse todavía). Estas dos semanas son de auténtica locura, un ajetreo constante de notas, preparar exámenes, revisar anotaciones, partes de asistencia,... Y todo esto a una temperatura ambiente de -14º de media; una delicia vamos.

La suerte es que, como todo esto es una novedad para mí, lo que en un principio es el trabajo más aburrido y pesado del curso, se convierte en una retahíla de experiencias nuevas. Además, como me ha pillado el cumpleaños de por medio, la fase final se ha amenizado bastante.

Pero para amenizada, la fiesta de ayer. Como mi piso es tan grande como una caja de cerillas, la lectora de francés que es belga y habla español (esta historia la contaré otro día) ofreció su piso para organizar allí la velada. Un auténtico detalle por su parte. En el evento nos reunimos finalmente 8 personas; todo muy equitativo, pues acabamos siendo 4 extranjeros afincados en la ciudad y 4 rusos. Así que 50-50. La noche estuvo bastante equilibrada. Eso está genial porque tampoco me apetecía hacer una fiesta de "sólo españolitos". En este tipo de situaciones puedes caer en el error (desde mi punto de vista) de acabar creando una especie de gueto de españoles que sólo se relacionan entre ellos. Esto hace que pierdas un montón de posibilidades y un enriquecimiento brutal (odio este adjetivo como sinónimo de "enorme", pero es por no repetirme tanto). Total que claro, como la mitad de los invitados eran autóctonos, me tocó hacer un par de cosas " a la rusa":

La primera está relacionada con el menú de la cena. Para empezar el horario: empezamos a cenar a las 7 de la tarde. La verdad es que eso no me afectó especialmente porque como desde las 4 de la tarde ya es de noche, pues la verdad, a las 7 ya tienes la sensación de que tienes que irte a la cama. Luego el manú en sí: bocadillos a la rusa. Aquí los bocadillos no se tapan; quiero decir, que no se utilizan dos rebanadas de pan. Se trata de tostadas básicamente. Como siempre pasa en estos casos, sobró tanta comida que creo que, en el caso de que la ciudad sufriera un nuev bloqueo, nosotros tendríamos provisiones para, por lo menos, 4 años y medio.

La segunda nota rusa me tocó ponerla en el momento del brindis. Una cosa super solemne que, la verdad, entre amigos pues me parece bastante extravagante; pero bueno, ya que estábamos metidos en el ajo, pues ahí que me puse. Era para verme, con el corte que me dan a mí estas cosas, delante de todo el mundo (vale, 7 personas) y teniendo que hacer un brindis que, además, si no dura un mínimo de 10 minutos, te miran raro. En ese momento tienes que dar las gracias por todo: por haber venido a la fiesta, por haber traido un detalle, por haberme acogido tan bien en este país, por ser tan agradables y apoyarme en los momentos duros,...Bueno no sé, yo empecé a agradecer a todos por todo y cuando la cosa ya entró en un bucle sin sentido de agradecimientos, lo corté con un "ya está bien de tantas tonterías! a comer c***!" y creo que todo el mundo me lo agradeció.

La fiesta estuvo genial y me regalaron un montón de cosas super divertidas y otras muy prácticas: desde una mochila de montaña que tiene la pinta de costar una pasta (hasta el punto de hacerme sentir un poco culpable), hasta un Чевурашка que canta y que ya reposa en un cojín de la cama.

Mi profesora particular de ruso me preguntó en un momento de la noche que si ya sentía la Navidad y su ambiente. La verdad es que no. Puede que sea porque aquí no celebran estos días y van a ser unas fechas habituales y comunes, además como estoy tan hasta arriba de faena, tampoco tengo mucho tiempo de pensar en esas cosas. Al igual que la depresión por haber cumplido un año más, de momento, no hay síntomas de ella. Espero que no aborde de repente y sin darme cuenta.

Por el momento, tengo que seguir pasando notas y más notas y prepararme para el examen oral que tienen mañana mis alumnos de cuarto. Creo que va a ser una prueba interesante. Si tengo tiempo, la colgaré en el blog y comentaré los resultados de la misma.

Hasta aquí la primera entrada del blog con 27 añitos. Hoy dedicado a toda la gente que, a través del correo, el teléfono, los montajes fotográficos y de más, se han acordado de mi cumpleaños y han querido hacérmelo saber; a los que se han acordado y no han podido ponerse en contacto conmigo, también.

Hasta pronto.

sábado, 12 de diciembre de 2009

de sol y papilla


Ayer dijeron por la radio que ya llevamos un mes entero sin ver el sol; San Petersbugo lleva un mes sin disfrutar de un triste rayo de sol. Es curioso porque justamente el jueves por la noche soñé que hacía sol, simplemente eso: hacía sol. Era extraño que recordara ese sueño, puesto que no ocurría nada particular, únicamente había sol...Bueno voy a dejar este tema, creo que es lo único que realmente se puede hacer duro en cuanto al clima de este país.

Junto con la falta de horas de luz, que creo que es un "mal" que afecta a gran parte de la ciudadanía de este rincón del globo, hay una realidad de Piter que me enerva especialmente: las bodas. Juro que como vuelva a ver durante este fin de semana otra novia disfrazada de merengue color rosa pastel con uñas de fibra de vidrio del tamaño de un boli Bic, me lanzaré a su cuello cual lobo ante su presa. Es insoportable esta tradición absurda de ostentación que se hace de una boda. No digo que sea algo exclusivo de Rusia, en casa también me irritaba; pero es que aquí la cantidad de bodas que se pueden llegar a celebrar en un fin de semana es increíble. Además, al vivir en un lugar estratégico (justo delante de un parque inmenso), las probabilidades de encontrarte con la feliz pareja aumentan considerablemente.

Digo esto porque esta tarde he salido un momento a comprar enseres para la cocina y me he cruzado con nada menos que 3 bodas. Si contamos que de mi casa al supermercado habrá unos 500 metros... Creo que no hay nada que añadir.

Puesto que prometí una receta de cocina hace unos días, voy a compartir mi primera incursión seria en la cocina; sí, tiene delito que todavía no hubiera entrado en la cocina para preparar algo decente, pero entre el tiempo y la pereza que me dan estas cosas, el tiempo se me ha pasado sin darme cuenta.

La cosa es que desde hace unos días he descubierto una papilla buenísima que sirven en el comedor de la facultad. Fue toda una casualidad el descubrimiento porque es un plato que no aparece nunca en el menú del día. Es algo tan típico que todo el mundo da por hecho que lo tienen que tener y no hace falta especificarlo; así que lo pides directamente en la caja y listo. Yo, que otra cosa no pero observador soy un rato (muchas ocasiones no por curiosidad o sed de conocimiento sino por puro aburrimiento), había advertido desde hacía unas semanas que la gente comía cosas que no estaban en el menú. Así que un día le pregunté a la camarera y me ofreció probarla; ¿cómo negarse?

Se trata, como ya he dicho, de una papilla (каша) a la que le añaden trocitos de manzana. Total que me hice fan del postre-desayuno-merienda este. Hace dos días encontré en el supermercado los ingredientes necesarios para preparar el plato en cuestión.

El modo de preparación es de lo más simple que nos podamos echar a la cara: calientas leche, añades los copos de avena con los trocitos de manzana en una proporción de 2 por 1; lo dejas durante tres minutos a fuego lento y después 4 minutos más para que el plato "repose". Hasta aquí todo normal, el problema viene cuando pasamos de la teoría a la práctica.

A mí no me gusta nada la cocina y en cuanto veo en unas instrucciones de cocina cosas como "calentar a fuego lento" o "dejar reposar durante unos 10 minutos" o "cocinar hasta que coja color"...A mí estas instrucciones tan vagas me estresan. Yo necesito exactitud, como si fuera un laboratorio; no soy nada intuitivo con los fogones.

Sabiendo esta particularidad de mi carácter, aún así decidí comprar los ingredientes (la avena, la manzana, la leche y la miel) y me puse manos a la obra. Antes de enfundarme el mantel de vaca que me encontré en el piso, herencia de la anterior lectora; me apresuré a consultar en el diccionario todas las palabras del "modo de preparación". No presentaban una especial complicación pero, de todos modos, quería asegurarme al cien por cien de que lo había entendido todo correctamente. Ahora reconozco que debería haber considerado este incidente como un augurio de lo que podía pasar: introduje en el diccionario el verbo "томиться", que es supuestamente lo que hace la papilla durante 4 minutos después de haberla retirado del fuego. Esto es, según el diccionario "languldecer". Sí señores: la papilla debía languldecer durante 4 minutos...Esa misma cara se me quedó a mí también.

No sé si alguien conoce este verbo, yo no. Pero lo que sí puedo asegurar es que el significado del mismo no es "quemarse la cazuela en la que estás preparando la papilla" o "convertirse en una pasta espesa y compacta", cosa que ocurrió con la dichosa papilla. Todavía estoy calibrando los daños de la cocina porque claro, en un estado de nervios como en el que me encontraba empecé a frotar la cazuela con un estropajo que, habiendo costado 10 céntimos de euro, se quedó pegado a la olla; incrementando así la catástrofe final...

Puesto que los acontecimientos aquí narrados son demasiados recientes, no he tenido tiempo de reflexionar ni hacer una lectura constructiva de los hechos; así que os dejo con una imagen de lo que debería haber sido el resultado de mi experimento.

Seguiré intentando, pero otro día...

lunes, 7 de diciembre de 2009

de revelaciones y llaves

Nunca es alentador tener que levantarte a las 6 y media de la mañana para ir a trabajar, por mucho que te apasione tu trabajo. Hay cosas que, objetivamente, son una fatiga. Pues bien, si esto siempre es así, aún lo es más cuando te paras a pensar en que toda la gente que conoces en Barcelona está de puente. Así que con ese ánimo contrariado me he enfrentado a la jornada laboral de hoy; que me esperaba con los brazos abiertos y helados, exactamente a menos 4 grados.

Como no llovía el viaje ha sido bastante soportable; eso sí, al llegar a la facultad, me esperaba una sorpresa de esas que, como te pillen poco dispuesto, te pueden llegar a sacar de quicio. He llegado una hora antes de empezar la primera clase, o sea, a las 8 de la mañana estaba ya en la puerta de la cátedra. A esas horas instempestivas la cátedra está cerrada; así que tengo que ir a buscar a la señora de la limpieza, que siempre pulula por allí, y pedirle la llave, ya que justo a esa hora ella está limpiando las aulas de esa planta y tiene todo el juego de llaves de la misma.

Lo primero que llama la atención es que una mujer de unos 265 años (no exagero) tenga que seguir trabajando, aunque sabiendo la pensión que reciben aquí los pensionistas, no me extraá que opten por seguir trabajando...En fin, que la mujer milenaria esta mañana no estaba por ningún lugar; en su lugar había una mujer de unos 40 años haciendo las tareas de limpieza. Me he acercado a ella y le he pedido, por favor, la llave de la cátedra, yo con toda la educación que mis padres se han molestado en darme. La buena mujer, en una especie de arrebato colérico, ha empezado a gritarme, literalmente gritarme, que ella no tenía la llave y que no sabía de que llave le estaba hablando. Me he ido al lugar-mágico-en-el-que-tienen-todas-las-llaves-menos-la-mía y le he preguntado a una segunda señora; ésta, sin gritar, también venía a decirme lo mismo: que la llave la tenía la yaya y que había que encontrarla.

Visto el éxito me he subido de nuevo a mi planta (ya llevamos media hora dando vueltas por la facultad...)y he empezado a abrir todas las puertas que me iba encontrando, a ver si tras alguna se encontraba la abuelita. Justo entonces, cuando me encontraba en plena faena tipo "¿dónde está Wally?", me ha entrado un ataque de risa pensando en la situación: era bastante ridículo verme desde fuera: una persona desesperada por los pasillos abriendo puertas, una detrás de otra, buscando a la señora y susurrando "abuelita ¿está ahí?"; una señora que, por decirlo con delicadeza, no está en la flor de la vida y tiene sus facultades un poco mermadas...No sé, era como pensar "¡ Vamos a ver! que la señora no se ha podido ir corriendo!"

Total que he tenido que sentarme y esperar a que se me pasara el ataque tonto de risa, porque es que me he puesto a llorar un todo del cachondeo... Es flipante que el método para conseguir algo tan básico como abrir la puerta de tu lugar de trabajo, dependa de factores tan inestables como el itinerario que una señora de la limpieza centenaria decida hacer cada día.

En fin, que finalmente he conseuido la llave; pero esta experiencia de hoy me ha hecho pensar en lo que puede llegar a complicarse una situación aparentemente sencilla y cotidiana. No creo que vuelva a ser el mismo desde este momento. Al llegar a casa, subir las escaleras y plantarme ante la puerta, sacar la llave de la mochila y abrir la puerta; me ha parecido un acto mágico, algo maravilloso, expléndido por su sencillez: una llave, una puerta que se abre. Asé debería ser todo siempre: reducido a su mínima esencia para hacerlo más accesible y razonable.

Voy a darme una ducha y a flipar con el hecho de que abro un grifo y sale agua, lo que yo digo...pura magia. Una prueba irrefutable de que Dios (o la fuerza) existe.

Hasta pronto.